(De la Redacción de DOBLE AMARILLA) Tal y cómo sucedió en la noche de Porto Alegre, cuando nadie, ni desde el televisor, advirtió la mano de Bressán al tiro de Ignacio Scocco, nadie pensó que Julio Bascuñán demoraba el lateral de Angileri porque podía haber un penal para River. Nadie. 

Antes, el Monumental había reprobado en tiempo y forma a Bascuñán, a quién le reclamaban por un penal por mano de un jugador de Cruzeiro a un remate de Matías Suárez y por el pisotón sobre Gonzalo Montiel de Dedé. El chileno ignoró olímpicamente ambas acciones y se llevó recuerdos para su madre, desde Buenos Aires. Antes, más temprano, había sido también el responsable de ignorar al VAR tras un gol anulado a Cruzeiro por un offside, finísimo. 

Pero el chileno -y el VAR- fueron los únicos que lograron calentar al Monumental en una noche helada. Es que River tenía argumentos de sobra para lastimar a Cruzeiro, pero nunca supo muy bien como sortear el cerrojo rival. Los de Mano Menezes, que están cerca de la zona del descenso en el Brasileirao no se pusieron colorados y no quisieron mostrar sus miserias en el Monumental. Por eso se refugiaron atrás, de forma prolija. En el segundo tiempo, ante un River que no llegaba el agua el tanque como para generar fútbol en la misma proporción de las piernas virtuosas que acumulaba, el Azulao metió un par de estiletazos y pudo soñar con llevarse más que este empate agridulce. 

Cuando el chileno señaló el penal para el "Millo", con un VAR que nadie había pedido, los gritos mutaron a ovación: "Chileeeeee, Chileeee", un ida y vuelta gracioso que explica un poco la noche: el VAR fue el eje y el dueño de las mayores emociones entre un River casi sin rodaje y con ausencias importantes (Casco, Pratto, Ponzio, Borré) y un Cruzeiro al que todo se le hace cuesta arriba.

La última jugada, la que en Porto Alegre el Pity tiró adentro y en el Monumental Suárez desperdició, varió un poco el prisma con que ambos equipos mirarán un 0-0 que los define a ambos, al menos, por lo hecho (y por lo no hecho), en la noche de Núñez. Así como varios hinchas de River interpretaron aquel gol de Martínez a Gremio como una señal positiva, no son pocos los que leyeron lo del cordobés como un mal presagio. Sin embargo, y más allá de alguna queja de porque no pateó Pratto (el otro capaz de levantar en serio al estadio en la noche), la gente se iba en trance, repitiendo aquel mantra que el Muñeco acuñó en la previa de la revancha ante Gremio: "Que la gente crea, porque tiene con qué creer".

Dentro de siete días, River recuperará soldados y buscará en Belo Horizonte, dónde empezó a ganar la Copa Libertadores 2015 tras un duro 0-1 en la ida, volver a revalidar esa frase de su DT, prácticamente el slogan de este ciclo dorado.