Barcelona es un grupo de uno. Es una excepción. Lo suyo es un problema estructural que trasciende incluso funciones y características del alumnado. Está vinculado a un programa. Es la Welton Academy de Vermont esperando la resurrección de La Sociedad de los Poetas Muertos, con el riesgo de que todo se vaya a la m… Pseudo perdón por el pseudo spoiler. No se pierdan ese clásico. Está en Netflix.

Barcelona es el manual sin matices, un criterio posicional cuasi fundamentalista y, especialmente, el pescado que se engancha hasta en un anzuelo de hilo por no reconocer lo imprevisto, ni siquiera teniendo a uno de los mejores futbolistas de todos los tiempos como factor de desequilibrio a partir de rasgos que el club no fomenta, sino que limita.

Algunos siguen hablando de Guardiola y el Barcelona… Pep ya tiene 5.000 canas más desde que dejó Cataluña. Guardiola es una cosa y Barcelona es otra. Guardiola tiene por propia cuenta una carga de matices que Barcelona estructuralmente no ofrece. Barcelona es un incunable cuando florece y un infumable cuando entra en proceso de descomposición.

Es como estudiar a Ajax hace 25 años. En esencia, el análisis sobre Barcelona va a repetir la gran mayoría de sus trazos en el año que se tome sin importar sustancialmente el maestro de ceremonias. Eso no va a pasar con ningún otro club del mundo y ni siquiera con el 90% de los entrenadores top. No va a pasar ni con Juventus, ni con Real Madrid. Ni con Mourinho, ni con Klopp. Ni siquiera con Gallardo si escapamos de Europa.

Barcelona tiene una carga magnética que absorbe a todos, menos a Messi (y a su socio dentro y fuera, Luis Suárez). También por eso es la rutina de lo extraordinario. Porque ya pasaron casi 10 años desde que se dejó de pensar en qué hacer para ayudar a Messi estratégicamente, pizarra o tablet en mano. Si hasta el entrenador de la selección argentina ha comprendido sus necesidades y reseteó preconceptos en la última Copa América…

Messi es la rutina de lo extraordinario porque es lo único diferente de una estructura que supo maravillar, pero que hoy es ordinaria. Dejó de ser un modelo al servicio de un genio de época (ayudado por una enorme camada) para ser un genio de época cargando una pila de hojas oxidadas con cada vez menos protección. Y es lógico que se haya vuelto ordinaria. Lo que no es lógico es el tiempo transcurrido para reaccionar.

Barcelona compite por sus jugadores, no por su método base. Messi y Suárez concentran más de la mitad de los goles desde hace 6 años aunque se pierdan varios partidos. Tienen 33 años, pero se los sigue viendo como a Oliver y Tom, como si no envejecieran. La Masía solo alimenta a equipos europeos de segundo orden. Fati ha sido una excepción. Desde Munir y Tello hasta Aleñá o Carlés Pérez. Desde hace rato es una franquicia desflecada. A este ritmo puede ser PumperNic o Tower Records cuando Messi diga adiós. Un "¿te acordás de cuando La Masía sacaba cracks?".

En las últimas horas se ha machacado sobre el intercambio Arthur-Pjanic. No es saludable analizar a un jugador como un compartimiento estanco o desmenuzar un intercambio sin repasar lo que sucedió antes. El fútbol no es el básquet. No es la NBA. El fútbol se está misterchipeando por un lado y se está palabrabartoleando desde el otro. Sobra número sin contenido y sobran vocablos de etiqueta negra y alfombra roja que se desparraman para sonar lindo, no decir nada y atomizar el juego.

No se trata de Arthur y Pjanic aunque Pjanic se convierta en todo lo que Barcelona necesita. Desde el concepto no es un problema de una pieza, aunque una carta que recibas pueda ser el comodín. En el caso de este Barcelona será el jugador ese diferencial. Un futbolista se forma desde su naturaleza más conceptos, no desde distribución en el campo y alturas. Son sustancias complementarias, pero una es esencial como el oxígeno. Sucedió en inferiores hace 20 años y sucede ahora cuando uno puede poner ojo en los entrenamientos.

Cuando está maduro desde el concepto, desde la lectura del juego, un futbolista puede acoplarse a cualquier idea y sistema con mayor o menor éxito, de lo contrario habría 2-3 tipos de jugadores exclusivos para determinados clubes. Ningún futbolista bien formado muere de suicidio romántico. Muere de obediencia absurda. El suicidio romántico es estructural, como lo es cualquier problema cuando se repite y excede un foco.

Es como cuando se habla de la maravilla de un sistema. Si existiera uno sublime, todos utilizarían el mismo. Lo de Barcelona es estructural porque le ha pasado con jugadores de primerísimo nivel y diferentes características durante un espacio prolongado de tiempo y con varios entrenadores, aún consiguiendo títulos. Y le ha sucedido en diferentes sectores del campo. Le ha pasado con Neymar (sí, porque allí nunca fue el Neymar que realmente pintaba para discutir el cetro mundial), le ha pasado con Alexis, con Griezmann, con Coutinho, con Vidal, con Arthur, hasta con De Jong. Le ha pasado con habilidosos, intuitivos, con aquellos que necesitan libertad, con los que responden a una organización, con explosivos y con callados ¿Por qué no le pasa al Madrid con Vinicius, o a Inter con Lautaro y Lukaku, o al Dortmund con Sancho, o al Bayern con Davies, a PSG con Mbappé? Le ha pasado con delanteros, con mediocampistas… Le pasa porque es estructural y limita la naturaleza de sus futbolistas.

Jugar en Barcelona (salvo para el mimado que llegó con su naturaleza argentina y su mejor amigo uruguayo) es como estar pupilo en el medio del lujo. Por eso su mejor versión, la que nos impactó, arribó con un excelente porcentaje de productos hechos en casa. El único tipo que en los últimos años demostró rebeldía venía sin cartel. Fue Paulinho. Entendió rápido lo que necesitaba Messi y se lo sacaron de encima. Barcelona tira al pichón desde hace rato.

Setién puede declarar que un jugador hace cosas que creía que estaban bien, pero el equipo precisa lo contrario, como señaló en las últimas horas intentando justificar decisiones de la directiva. Y no. Es el club el que necesita hacer autocrítica y comprender cómo ha ganado últimamente y cómo ha perdido y no solo copas. Barcelona se ha vuelto socio de un resultadismo fantasmal.

Desde el análisis, hay que ver si lo que dice Setién se corresponde con el déficit estructural y con la línea que baja el club o con el contexto integral del fútbol actual ¿Pjanic puede ser un comodín? Claro. Pero un comodín también es algo que te cae de arriba cuando no sabés cómo formar tu juego. Y a veces esperás tanto a ese comodín que otro te corta porque ya conoce tu método de memoria. Es lo que le ha sucedido últimamente a Barcelona en cada cruce determinante de las últimas temporadas. Y no es difícil porque ese método es uno solo e ignora contextos.

Barcelona es un colegio para pupilos en tiempos revolucionarios. Un equipo que acumula pases al pie como si eso le diera puntos. Una 4x4 que llega al borde del río y elige cruzarlo en bicicleta en lugar de hacerlo en helicóptero. Es hora de que alguien se pare arriba de la mesa y diga "Capitán, Oh, mi capitán" antes de que corran el telón y el abono sea con YouTube.