Los últimos días de Maradona no fueron para nada felices. Según pudo reconstruir Doble Amarilla con varias personas de su entorno y que convivían día a día con él, la coincidencia es amplia: cuentan que estaba triste y cabizbajo. La frase contundente marca que “entró en un pozo depresivo” que le impedía salir de su habitación y que apenas mirar fútbol era “una de las pocas cosas que -de vez en cuando- le sacaba algún comentario”.

“Se acobachaba y no quería saber nada con salir”, cuentan los más cercanos de aquellos sombríos y calurosos días de noviembre del año pasado. Además agregan que a lo sumo miraba alguna serie vieja en Netflix, pero no mucho más. Se ponía un poco más contento cuando recibía alguna visita, sobre todo en su etapa en Brandsen, pero agregan que en los días más cercanos a su muerte, ya ni siquiera quería levantarse de la cama para eso.

“Le dijo varias veces a Morla que él sentía que no le quedaba nada por hacer, que a los 60 años quería morir” cuenta uno de los que acompañó a Diego en sus últimos días y noches.

El último anhelo de Diego (que no pudo terminar de cumplir) era juntar a sus hijos, tratar de que todos juntos compartan al menos un almuerzo o cena. Ahí sí, podía sentirse realizado. Pero eso jamás sucedió. Al final, cada uno de los que elegía visitarlo lo hacía en forma solitaria y por su cuenta.

“A Diego le dolía mucho que Dalma por ejemplo no elija conocer a Diego Fernando. No la culpo porque tendrá sus razones, pero es real que él sentía que no iba a poder conseguir lo último que, según él, le quedaba por hacer en vida”, agrega otro de su entorno en un diálogo sentido con Doble Amarilla.

Otra cosa que lo deprimía mucho era no poder compartir momentos con Rocío Oliva, su último gran amor. “En el último tiempo, ni le respondía el teléfono. Diego intentaba comunicarse una vez tras otra con ella, muchas veces sin éxito”, aseveró. “Cada intento con una respuesta corta y distante o el silencio del otro lado dejaba al 10 muy triste”, relatan dos personas que lo acompañaron hasta el final.

“Diego por momentos se sentía solo, aislado del mundo. La pandemia no ayudó y eso hizo que tenga que alejarse aún más de todo, porque sólo veía a los de siempre y no mucho más. Por eso, en algún momento, decidió dejarse estar. La muerte de Doña Tota lo liquidó… nunca se pudo recuperar de eso”.

He aquí dos cuestiones claves. Primero la pandemia, algo que también cuentan en Gimnasia que terminó siendo una de las claves para la caída anímica de Maradona. Lo alejó del día a día de Estancia Chica, lugar donde era feliz y sonreía seguido, se prendía a los chistes y compartía gratos momentos con Méndez, González y los jugadores.

Sin dudas, lo más difícil para Diego fue asimilar el golpe de la muerte de sus padres, sobre todo de La Tota. “Se la pasaba hablando de ella, contaba cuánto la extrañaba y todo lo que la necesitaba. Es algo de lo que jamás pudo recuperarse porque era un sol para él: la verdadera incondicional”, marcan los consultados por Doble Amarilla.

En medio de todo este combo, el mejor jugador de la historia eligió darse por vencido y refugiarse en sí mismo. Optó por no seguir luchando por volver a levantarse de uno de los tantos pozos de los que ha tenido que salir.Hoy, un año después, aquí lo seguimos llorando y extrañando como los últimos 365 días.

Gracias por todo, Diego. Ojalá tengas la paz que te costó encontrar en tus últimos días antes de subir al cielo.