Desde la muerte de Julio Grondona, el fútbol argentino encontró una inestabilidad que incluyó un débil gobierno de Luis Segura y una Comisión Regularizadora liderada por un endeble Armando Pérez hasta llegar el 29 de marzo de 2017, cuando una elección determinó el desembarco de Claudio Fabián Tapia a la conducción de la AFA desde la oficina del tercer piso del emblemático edificio de Viamonte.

En su llegada, había dos focos principales: construir gobernabilidad en una entidad a la deriva y reordenar la economía de una institución en rojo, con muchas deudas y miles de préstamos a los clubes por cobrar.

En el primer punto, 'Chiqui' logró fortalecer sus dos pilares que lo llevaron hasta la Primera Magistratura de AFA como fueron el Ascenso y el Interior. Su alianza estratégica con parte de la Primera División tuvo a Daniel Angelici como personaje clave en una relación “por conveniencia”, pero de mutua desconfianza.

“Hagámonos los populares con Tapia en esta transición que luego nos quedamos con todo el poder y todo vuelve a la normalidad”, fue la frase de uno de sus aliados allá por los últimos meses de 2016 cuando Tapia se erigió como 'el candidato'.

La creación de la Superliga coincidió con el inicio de esta nueva época y en una relación con el macrismo que tuvo sus idas y vueltas. De vínculo cercano por su cargo en el CEAMSE, Claudio Tapia siempre mantuvo un discurso contrario a las Sociedades Anónimas Deportivas, la gran ambición deportiva de Mauricio Macri en sus cuatro años como Presidente de la Nación.

Este último punto le valió muchos cruces y roces con Fernando Marín, uno de los embajadores de Macri al fin de establecer las SAD. Además, le complicó las relaciones a nivel internacional, fundamentalmente con una candidatura virtual y ficticia para el Mundial 2030.

La ambición de volver a tener la Primera División bajo la órbita de AFA fue un plan que se cocinó “a fuego lento” y coincidirá este martes con su reelección en la Asamblea virtual. Una de las grandes fortalezas en el plano político es, sin dudas, que llegará a su reelección con más poder y apoyo que el propio que tenía en 2017.

Sin Daniel Angelici en escena, con el regreso de River y San Lorenzo al Comité Ejecutivo de la AFA y Marcelo Tinelli en el cargo de la conducción de la nueva Liga Profesional, el escenario político marca un Claudio Tapia fortalecido y lejos de ser aquel “gobierno de tránsito” que algunos se imaginaron a fines de 2016.

A nivel económico, se efectivizó un plan de desendeudamiento que fortaleció las arcas de la entidad y se pusieron en regla los vínculos con sponsors, proveedores y personal tanto administrativo como del ámbito del seleccionado y árbitros.

Con Pablo Toviggino como gestor de las cuentas, AFA pasó de ser una entidad deficitaria a una con superávit que encontró cierta espalda para afrontar, por ejemplo, el inicio de esta primera etapa de recesión provocada por la pelota sin acción por la pandemia del coronavirus.

En el área de selecciones, se volvieron a poner en acción a todos los representativos nacionales con sus respectivos cuerpos técnicos: juveniles desde Sub 15 a Sub 23, todas las selecciones femeninas, de futsal, fútbol femenino y playa.

Con un especial vínculo e identificación con las selecciones, fue la Mayor la que le generó los mayores disgustos y momentos delicados de su gestión. La primera luego de la eliminación del Mundial 2018 en Rusia junto con el fin de la era Jorge Sampaoli y la segunda fue luego de la Copa América de Brasil 2019 tras la semifinal ante Brasil y los cortocircuitos con Conmebol, derivados de unas declaraciones en tono beligerante.

Fue justamente este último momento el que le hizo retroceder como dirigente en el ámbito internacional. Luego de conseguir la tan ansiada vicepresidencia en Conmebol y la representación ante FIFA de Sudamérica, estas declaraciones viscerales en la Copa América 2019 le hicieron perder su silla en Zúrich, pese a seguir con muy buena relación con Gianni Infantino.

Todo parecía indicar que el puente con Asunción y con Alejandro Domínguez no se volvería a restablecer luego de ese quiebre en Brasil, pero en tan sólo cinco meses volvió a reconstruir el vínculo y estar en buena sintonía con Conmebol.