(De la Redacción de DOBLE AMARILLA) La crisis que se desató en el fútbol peruano hace poco más de un año, derivó en desenlaces por demás desafortunados para el deporte de ese país. El ex presidente de la Federación local, Edwin Oviedo, fue investigado por múltiples cuestiones, tanto en su función dirigencial como en su actividad privada. Así las causas por venta de entradas truchas y el asesinato de dos individuos a manos de dos sicarios por él contratados en un conflicto de su actividad privada, se mezclaban. 

En el medio, dos detalles más que importantes: se generó un vacío más que importante (debido a la conducción personalista de Oviedo) y Perú perdió la sede del Mundial Sub 17 de este año por falencias en la infraestructura. 

Era tal el caos reinante que intercedió la CONMEBOL, analizó la situación y se puso como objetivo reencausar a la federación. Tras el paso de la Confederación, se hizo cargo de la FPF Agustín Lozano, hombre con línea directa con Asunción. Con esta relación cercana con Alejandro Domínguez, Lozano le pidió al presidente de CONMEBOL recuperar la sede mundialista para 2021, año que para Perú es muy emblemático, porque cumple el bicentenario de su independencia. Para congraciarse con su delfín político, Domínguez consiguió recuperar la plaza logrando la excepción de que el Mundial Sub 17 se juegue dos veces seguidas en Sudamérica: este año en Brasil y en dos años en tierras incaicas. 


Todo lo acontecido en torno a la quita de la sede peruana del Mundial Sub 17, impactó de lleno en la postulación de Lima para la definición de la Sudamericana de este año. A fines de 2018, la capital peruana perdió esa chance a manos de Asunción. Un año después, la historia es bien distinta para Perú: tendrá a Lima como sede de la definición de la Libertadores, mientras mirá el Mundial Sub 17 de Brasil esperando ser la próxima sede.