Romario, ex delantero de la Selección de Brasil, se confesó sobre su vida personal mientras era profesional y descollaba en los clubes más importantes del mundo. Lo hizo en diálogo con The Player Tribune, que suele entregar semanalmente historias de vida de deportistas que van más allá del deporte. El Chapulín, que hoy es Senador de Brasil, no se privó de tocar ningún tema: habló de sexo, noche, deporte, entrenamientos y contratos.

Una de las declaraciones más llamativas la hizo sobre el sexo y el rendimiento deportivo: “Tienes que hacer lo que te funciona. El sexo, para mí, siempre fue la hostia. A veces, el día del partido, me quedaba en casa, apartado del resto del equipo. Si me despertaba con ganas, tenía sexo con mi mujer y después iba para el partido. En el campo, estaba relajado, ligero”.

El ex delantero de la Canarinha aseguró que ha firmado contratos con algunos clubes con cláusulas bastante particulares. Es verdad que hice acuerdos que me permitían salir de fiesta, pero nunca faltaba a los entrenamientos. Eso quiero dejarlo muy claro. Se dijo tanta mierda sobre eso: ‘Romário no duerme...’. ¡Sí que duerme! Es que se despierta más tarde. ‘Romário no entrena...’. ¡Sí que entrena! Pero no a las 9 de la mañana. Los directivos lo sabían. Si se lo explicaban a los entrenadores... Bueno, eso ya no era problema mío”, expresó.

Romario afirmó que durante su carrera siguió al pie de la letras los mandamientos de su padre: No hacer volar cometas. No beber vino. No tomar drogas. No dejar que nadie te joda. Y, al estrechar la mano de alguien, agarrarla firme y mirarle a los ojos".

Y admitió: “Jamás he salido de fiesta la noche anterior a un partido. Si había partido el domingo, salía el viernes. Vale, puede que haya pasado algunas veces, pero fue una de cada 10, como máximo. Y, mira, nunca he fumado. Gracias a Dios, nunca he tomado drogas. Nunca he bebido. Ni una sola gota. ¿Quién ha dicho que hay que emborracharse para pasárselo bien? Lo que siempre me ha gustado mucho, eso sí, es la noche

También le dedicó un tramo muy particular a Johan Cruyff, su entrenador en Barcelona: “Se convirtió en uno de mis mayores amigos en el fútbol. Fue mi mejor entrenador, sin duda. Cuando me trasladé al Barcelona, yo quería el número 11, mi preferido. Pero Cruyff me dio el 10. Le dije: “Mister, es un gran honor llevar el 10, pero prefiero el 11″. Todo el mundo quiere el 10, ¿verdad? ¡Por primera vez fui humilde! Y Cruyff dijo “no”. Me quedé en plan: “Joder, hermano, ¡estoy renunciando al 10! ¿Por qué no?”. Y él me explicó: “Porque, en mi equipo, el mejor siempre juega con el 10″. El tío te suelta eso... ¿Qué vas a decirle? Tenía que quedarme con el 10 para siempre”.