Ayrton tuvo una vida siempre ligada al deporte motor, un hombre que supo ganarse el afecto de la gente y el respeto de los más rigurosos críticos de la materia. Un talento dotado de un manejo que hacía todo fácil y que le permitía ser el mejor en cualquier lugar. Un encantador de chicos con una sonrisa joven; todo un héroe moderno.

Muchas veces, la estadística puede ser utilizada para explicar algunos conceptos, y en otros casos, no tiene directa relación con la realidad. Ayrton Senna da Silva no es el piloto que más campeonatos del mundo de Fórmula 1 obtuvo, tampoco es lo que más carreras ganó en la "máxima" y la cantidad de poles positions que ha logrado el paulista ha sido superada con el correr del tiempo. Sin embargo es recordado como uno de los pilotos más importantes de la historia de la categoría reina del automovilismo.

La influencia que ha tenido el corredor brasileño en sus rivales, en sus compañeros de equipo, en los propios ingenieros de pista y en aquellos que tomaron la posta luego de su muerte es eterna y será indeleble. La pregunta surge de inmediato ¿Por qué están respetado venerado e idolatrado incluso por aquellos que no lo vieron competir en vivo y en directo? 

La respuesta no está tanto en la contundencia con la cual ha transitado su carrera deportiva, sino con las maneras que ha tenido mientras fue parte de la categoría más importante del deporte motor.

Senna fue un piloto único. Una raza de "caballero valiente de armadura" que tenía la particularidad de, por momentos, ir más rápido de lo que su propio medio mecánico le permitía. Y fue fruto de sus inmensas condiciones conductivas y de su espíritu competitivo sin igual.

Las virtudes conductivas de Ayrton sobre todo demostradas en aquellas competiciones diputadas bajo la lluvia que le dieron un status de talento único para su época. Fue el último gran piloto que ponía su vida en juego en absolutamente cada una de las carreras en las que les tocó competir. Un valor que los "fierreros" le han sabido reconocer durante toda su carrera deportiva.

Además tenía una sensibilidad social única y un espíritu contestatario que le dio matices al personaje que sobresalía el casco amarillo. Su pelea con el comisariato deportivo de la categoría reina del automovilismo y sus diferencias en la rivalidad con Alain Prost le dieron el sazón justo al personaje detrás del piloto.

Y cómo si esto fuera poco el primer gran héroe de la Fórmula 1, el argentino Juan Manuel Fangio quíntuple campeón mundial de la especialidad, lo bendijo al señalarlo como su sucesor. Con lo cual su figura se tiñó de un aura de elegido y una consideración unánime en el medio.

Senna fue un héroe con volante, un habilidoso, un valiente, un audaz, un deportista que no medía las consecuencias. Simplemente quería ir más rápido. Y murió en su ley, queriendo llevar aún más lejos el rendimiento de aquel Williams al cual habían desprovisto de los aditamentos conductivos con los cuales había lucido en los años anteriores.

Su entierro aún es recordado en todo el mundo, fue multitudinario, a la altura de los grandes personajes del siglo pasado. Una muestra de su influencia es que muchos pilotos jóvenes sean bautizados con su nombre, o tengan cascos con diseños similares a los que él llevó en su carrera deportiva. Senna es pasacalle, es mural, es parabrisas de cada fierrero. Es un símbolo de una época que quedó atrás, la última gran época de la Fórmula 1.