Ya es una costumbre para Marcelo Gallardo enfrentar a Boca en partidos que definen pasajes, copas o momentos del año o del semestre. Será, desde que el Muñeco es técnico de River, el séptimo mano a mano entre el Millonario y Boca. Hasta ahora, la cuenta le da muy favorable a River: ganó cinco, perdió uno, por penales y con 15 bajas por covid y este será el séptimo.

De movida, el lugar que ocupa este choque en la historia de los duelos durante el Gallardato es el de menor consideración. No es más importante que la semi Sudamericana de 2014, ni los 8vos de la Copa Libertadores 2015, ni la final de la Supercopa Argentina de Mendoza, ni las semis de la Copa Libertadores 2019, y, por supuesto, mucho menos que la final de la Copa Libertadores 2018. Sí, quizás, es algo más importante que el duelo de 4tos de final de la Copa de la Liga, porque ese partido River lo jugó con 15 bajas. El del miércoles, entonces, será el primer cruce en el que ambos pondrán lo mejor que tienen desde aquella semi de América 2019.

En lo que va de 2021, es el clásico número cuatro. Hasta ahora, en los '90, fueron tres empates: 2-2, 1-1 y 1-1. El partido del miércoles está en pesos. Vale hoy, mañana, seguramente, perderá su valor. Es que el que gane apenas accederá a los 4tos de final de una Copa Argentina que tiene valor por el pasaje directo rumbo a la Copa Libertadores 2022, pero sí puede dejar a alguno de los dos malheridos. Por lo que hay en juego, el torneo que representa y el momento del año, es un partido donde el que pierde perderá más de lo que ganará el que gane. Más si es River, que volverá a poner todo -all in- en los 4tos de final de la Copa Libertadores de América. 

Incluso, viajando más allá del presente entre ambos, que tienen a Marcelo Gallardo como hilo conductor, aquellas victorias que consiguió Boca en los 2000 también valen más que este clásico que se viene. Los cuartos de la Copa 2000 y las semis de la Copa 2004 lucen con más brillo, aún en el tiempo, del que tiene este Superclásico que se avecina. Incluso, aunque sea en blanco y negro, aquella final del Nacional 1976 también vale más, reluce más y marca más que lo que ocurra el próximo miércoles.

El problema del partido del próximo miércoles es inmediato. Si Boca pierde tendrá que empezar de nuevo, sólo con el torneo local a mano. Si River pierde, le quedará el aliciente nada menor de seguir con vida en la Copa Libertadores y de haber empezado mejor que el Xeneize el torneo doméstico. Ahora, en lo que es la historia de largo aliento, esa que sostienen ambos hace más de 110 años, el partido del miércoles es una bijouterie enchapada en oro.