Uno de los grandes debates de estos tiempos en el fútbol argentino tiene en la mira a los árbitros, que deciden partidos por sus errores -a veces increíbles- y algunos ya piden a gritos la ayuda de la tecnología para tratar de disminuir el margen de equivocaciones. En la velocidad de un partido puede ser que un juez de línea no vea un fuera de juego de 20 centímetros que está en el lado opuesto de la cancha o que, en una jugada rápida, un árbitro no vea un penal porque un jugador lo tapa.

Sin embargo, lo que pasa con Juan Pablo Pompei ya es insostenible. En los últimos tiempos, este árbitro fue protagonista de innumerables fallos absurdos que definieron partidos o pusieron en riesgo la integridad física de los jugadores. Este domingo, en Patronato-Independiente, Pompei solo amonestó a Lautaro Comas por una patada voladora que probablemente sea la más espectacular de este torneo. La víctima, Fabricio Bustos, se salvó de milagro.