Pelé, el único con tres vueltas olímpicas en la Copa del Mundo Primero en su versión bautismal y al cabo de una docena de años en su versión crepuscular, Edson Arantes do Nascimento, Pelé, guarda en el dorado cofre de la historia grande del fútbol el supremo honor de ser el único en haber dado la vuelta olímpica de tres Copas del Mundo. 

Cuando en 1950 se consumó el legendario "Maracanazo" rubricado por los celestes de Uruguay, el Edson niño vio llorar amargamente a su padre y se juramentó que un día lo recompensaría en condición de líder de un Brasil campeón del mundo. 

Cuatro años después, cuando en el Mundial de Suiza se estrenó la camiseta verde-amarela y Brasil fue eliminado por Hungría, el adolescente apodado "Dico" ya había dejado atrás sus horas de aspirante a arquero y asombraba con sus destrezas de delantero completo, había devenido "Pelé" y los formadores de juveniles del Santos de San Pablo juraban que estaban en presencia de una piedra preciosa.

Así fue, nomás: Pelé debutó en la Primera del Santos poco antes de cumplir 16 años y pese a sufrir una lesión en la rodilla derecha el entrenador Vicente Feola se decidió a otorgarle un lugar en el plantel de Brasil que en 1958 viajó a competir al Mundial de Suecia. Feola honró sus conocimientos y su intuición y Pelé llenaría con tilde verde hasta las expectativas más exigentes: sin arrancar como titular se convirtió en la pieza ideal llamada a potenciar a un gran equipo fundador del "Jogo bonito" con Didí, Zagallo, Vavá y otras celebridades.

Llegaron entonces un golazo a Gales, tres a Francia y uno a Suecia en la final después del icónico sombrero al atribulado Gustavsson: Pelé entonces fue considerado el mejor jugador del primer Mundial ganado por Brasil. En el Mundial que tuvo lugar en Chile en 1962 querría el destino que Pelé no llegara en las mejores condiciones físicas. Ya había sido bautizado como O Rei y llevado al Santos a la cúspide del fútbol mundial (títulos por doquier, locales e internacionales, Copa Libertadores, Copa Intercontinental, giras maratónicas en clave de show al modo de Harlem Globetotters en el básquetbol), pero a guisa de una rebelde dolencia inguinal llegó visiblemente disminuido a la cita en el país trasandino. 

El del 62 sería el Mundial de Garrincha y Amarildo como estandartes de un Brasil arrollador y el del 66 en Inglaterra el más desdichado en la vida de Pelé. 

En el de Chile por lo menos se había dado el gusto de hace un gol a México, pero en Inglaterra sufrió persecuciones sistemáticas y golpes arteros: en el partido con Bulgaria hizo un gol de tiro libre y destacó hasta que un tal Zhechev lo sacó de la cancha y con Portugal fue Morais quien se encargó de la tarea sucia y chau Mundial para Pelé y para Brasil. 

La sublime revancha llegaría en México 70, cuando de la mano de Zagallo y tras un periodo de conflictos e incertidumbre, la "Canarinha" gozaría de todos sus planetas alineados y ofrecería al mundo un juego de una calidad que, para muchos entendedores, es el más bello de cuantos se han visto en la historia de los Mundiales

El maduro Pelé de casi 30 años sacó todos los conejos de la galera y respaldó la lujosa interlocución de Clodoaldo, Gerson, Tostao, Rivelino y Jairzinho. Le hizo dos goles a Rumania, uno a Checoslovaquia, asistió a Jairzinho en el único gol del mano a mano con el campeón vigente, Inglaterra; manejó los hilos en las victorias con Perú en cuartos de final y con Uruguay en semifinal y en la pulseada decisiva con la rocosa Italia brindó un inolvidable concierto de despedida que incluyó un antológico gol de cabeza (suspendido en el aire, como un acróbata con alas) y el pase-gol a Carlos Alberto que redondeó el glorioso 4-1.