La pelota está en la mitad de la cancha de un Maracaná que tiene algo más de 5000 personas, pero en el costado albiceleste parecen miles. Rugen. Gritan. Alientan. Él deja un pase corto y cae al piso, lo siguiente es escuchar el silbatazo de Esteban Ostojich. Lo siguiente es el llanto, lo que sigue es la montaña humana. Todos sobre él. El primero que llega es Marcos Acuña, por cercanía. En un puñado de minutos, todo el plantel, en pleno, está sobre el capitán. Minutos después lo revolearán por el aire. Lionel Messi lo logró. Nunca se rindió. Siempre lo intentó. El que abandona, no tiene premio. Y Lionel jamás abandonó. Por eso hoy es campeón. 

A la mierda las mufas, las frustraciones, las lágrimas, las broncas, los maleficios, y los insultos. Argentina es campeón de América. 28 años después de su última alegria, otra Copa América ganada en Ecuador, en 1993. La primera enorme alegría desde ese momento, el que sepulta las tristezas que comenzaron con aquella enfermera infausta que se llevó a Diego de la mano en Estados Unidos 1994. Y como en una parábola de mufas, las frustraciones que arrancaron en 1994, en Estados Unidos, terminaron en Estados Unidos, en 2016. 

La Selección Argentina jugó otras 7 finales internacionales. Perdió todas hasta esta noche. Lionel Andrés Messi lo logró. Atrás quedaran el gol de Adriano en el último minuto en 2004, el baile que nos dio Kaká en 2005, el gol en contra de Ayala en 2007, la daga que nos clavó Götze en el Maracaná en 2014, el penal que Higuaín tiró a las nubes en Chile 2015 y los yerros de Lio y de Biglia en EEUU 2016.

El marco, el rival, la ocasión y este Lionel Messi configuraron nuestra propia versión de "planetas alineados". El rival fue el Brasil de Tité, que no perdía un partido de Selecciones desde los 4tos de final de la Copa Mundial de Rusia, cuando Bélgica lo venció 2-1. El marco es el Maracaná: el feudo por excelencia de Brasil y escenario de la final del Mundial 2014, cuando quedamos tan cerca como esa pelota de Lio que se fue besando el palo ante Alemania y la ocasión es la final de la Copa América, la segunda consecutiva en Brasil. A un año y medio del Mundial de Qatar, en la noche de Río de Janeiro, con una sonrisa que no se borrará por un buen tiempo, dio a luz la Scaloneta. El proyecto que ya lleva tres años, coronó con este título y logró lo que no se pudo en las semis de la Copa América 2019, cuando Brasil se impuso 2-0 y el VAR tuvo una actuación, al menos, polémica. 

Además estuvo Messi, lejos de un buen nivel, hasta apagado, más ligado a sumarse a la recuperación y a la marca que al brillo de su gambeta. Eso fue lo que el partido le pidió hoy. Pero el torneo que jugó Lio le valió el Balón de Oro y el Botín de Oro. Porque la descosió. La rompió toda. Hizo 4 goles, dio 5 asistencias y recién este último gol, el de Di María, no participó. El mejor de la Copa, de lado a lado. Campeonazo. Jugadorazo. Crack eterno. A sus 34 años, Messi sabía que le queda esta Copa América, el Mundial de Qatar, las Eliminatorias y, quizás, no mucho más. Él lo sabe. Y jugó en consecuencia. Con el tobillo sangrando, cómo fue necesario. Con su fútbol de excelencia, al que en está Copa América le sumó un amor propio que emociona a propios y extraños, incluso, algunos brasileros. 

Argentina rompió la racha maléfica de 28 años, le dio a Lionel Messi su primer título con la Selección Mayor, y le ganó a Brasil una final tras 84 años. Alcanzó a Uruguay como máximo ganador de la Copa América, con 15 conquistas (Brasil se quedó con 9) y conseguirá subir las acciones al máximo, en plena competencia feroz rumbo al Mundial de Qatar. 

Esta final ante Brasil, por el momento en que llega, por al cantidad de mierda ya tragada y deglutida, por el nivel de Messi y por la mística de que el rival sea Brasil y el Maracaná se ha ganado un lugar de importancia en la historia de la Selección Argentina. Un detalle: Brasil había ganado las cinco Copa América que se jugaron en tierras brasileras. Siempre que la Copa América visitó Brasil, se quedó en las playas de Copacabana. Hasta esta noche, cuando Argentina se la robó y la subirá al avión y la traerá al Obelisco. Como merecía Messi, como merecían estos muchachos que hoy representan a la Selección Argentina. Y también nosotros lo merecíamos, los que nos agarramos la cabeza, sufrimos y sólo encontramos en la producción cuantiosa de memes consuelo a tanta frustración en tiempos de redes sociales y repeticiones en loop.

Lo pedíamos por nosotros, por las generaciones que no habíamos visto campeona a la Selección Argentina. Fue una noche perfecta. Messi coronó con un título sus años de sangre, sudor y lágrimas al servicio de la camiseta albiceleste. Y sí, el Diez de julio, por obra y gracia del Diez que está en la cancha y del Diez que está arriba se acabó la mufa y la malaria. Somos campeones, carajo. Fue hoy, nomás.