(De la redacción de DOBLE AMARILLA) Es la compra más cara de la historia de River y una vieja obsesión de Marcelo Gallardo, pero en Nuñez no hubo unanimidad con la operación Pratto. Cabe aclarar que no hay nadie en el mundo riverplatense que cuestione al jugador, pero si hay dirigentes que no vieron con buenos ojos que el club desembolse semejante cifra por un delantero de 29 años sin demasiado poder de reventa, según pudo recavar Doble Amarilla.

Los cerca de u$s 13 millones que deberá abonar el club de Nuñez por el delantero proveniente de San Pablo fueron eje de discusión entre varios dirigentes, pero ninguno pudo convencer o si quiera hacer pensar en un marcha atrás a quien encabezó desde el primer al último día la negociación: el mismísimo Rodolfo D’Onofrio.

Tras su reelección, el presidente de River le prometió a Marcelo Gallardo que a Pratto lo traía o lo traía y le anticipó que el club iba a hacer la compra mas abultada de su historia en caso de ser necesario. Así Gallardo se fue de vacaciones confiado y en cada contacto con la prensa se mostraba relajado en que día más o día menos, iba a poder contar con uno de sus delanteros fetiche. Ya sin Matías Patanian en la dirigencia, D’Onofrio optó por ser el mismo quien intervenga en el mercado de pases, en especial en el de Pratto. Tuvo idas y vueltas hora a hora con los abogados de River que “bailaron" como nunca en este mercado de pases.

Cuando la negociación se ponía brava y el precio escalaba, algunos dirigentes y gerentes intentaron hacer notar que el valor final del jugador era excesivo, pero se llevaron un rotundo silencio del presidente. Por lo bajo algunos miembros de peso en la Comisión Directiva empezaron a hablar entre ellos. Hicieron cuentas, hablaron de dinero que no se iba a poder recuperar a futuro salvo alguna locura de algún equipo exótico en expansión. Inclusive, entre wahtsapp y wahtsapp playero se animó a admitir que tenía razón Daniel Angelici al hablar de que el valor abonado por Pratto era demasiado. Pero con un D’Onofrio empoderado y un Gallardo entusiasmado con sus refuerzos nadie se animó a ir más allá ni a hacer públicas esas diferencias. Al fin donde mandan presidente y Napoleón, el resto acata.