(De la Redacción de DOBLE AMARILLA) Uno espera en silencio, el otro en medio del barullo. Uno elige la reclusión y el sosiego, otro se dará un baño de masas ante una auténtica multitud. Los dos se juegan todo el sábado, pero eligen vivir de distinta manera la previa.

Jaqueados por las lesiones, pensando de qué manera sorprender al rival y viendo por dónde se puede lastimar, Boca y River se juegan muchísimo el sábado. Llegan al partido empatados y sin ninguna ventaja para nadie. Ambos perdieron jugadores importantes de cara a la revancha y están en boca de todos. Iguales, pero tan distintos.

Mientras River volvió a elegir la tranquilidad de Cardales, y se recluyó 48 horas en el predio que eligió en otras instancias similares, no sólo en esta Copa, si no en torneos anteriores, Boca eligió todo lo contrario: hará una práctica abierta, con La Bombonera llena. Se someterá a la presión bien entendida de su gente, mientras su rival elige la paz y el silencio.

Ambos técnicos plantean un juego de ajedrez, incluso, en esto. ¿Exponer al plantel a una práctica abierta dónde se escucharán cantos incesantes o dejarlo casi en silencio, reforzando la unidad y hablando 24x7 del partido, lejos de los medios, lejos de la exposición lejos de su propia gente?

River y Boca eligieron sus caminos y sus maneras. Son distintos hasta en eso, pero iguales, idénticos, dos gotas de agua en el deseo de conquistar la Copa Libertadores, quizás, lo único que hoy por hoy los hermana.