(De la Redacción de DOBLE AMARILLA) ¿Almódovar? ¿Alex de la Iglesia? ¿Quentin Tarantino? No, ninguno de ellos, quizás el más indicado para filmar la película de esta segunda final que tampoco fue sea Alfred Hitchcock, el maestro del misterio o Stephen King, porque por momentos fue una película de terror.

Desde temprano, los alrededores del Monumental estaban repletos. 13.30 y ya el Supermercado que está en Udaondo y Libertador estaba tomado por los hinchas de River. Cánticos, alcohol, sol, alegría, fe, nervios. ¿Qué podía salir mal? Todo.

Sucedió casi al mismo tiempo, cuando quedaban 2 horas o poco menos para las 17. En el playón de la Platea San Martín, alguien divisó desde lo alto del estacionamiento del playón del Estadio Monumental a Claudio Tapia, que entraba rodeado por la custodia y lo insultó, lo que siguió fueron 20, 30 personas que se abalanzaron sobre el Presidente de la AFA, lo insultaron y lo escupieron. También a Gianni Infantino, que veía todo azorado.

Al mismo tiempo, se decía que el micro de Boca había sido atacado a pedradas y gases. Todo frenesí, nada claro, el fervor y la pasión, mal entendido. Todo un clima muy espeso, caldeado, demasiado enrarecido. Sumado al hecho que la barra de River estaba afuera del partido, y algunos ya lo empezaban a señalar como los responsables - vía infiltrados- de los piedrazos.

Kilómetros

Eso caminó Rodolfo D'onofrio, que ya no tenia el suéter rojo sobre sus hombros y había abandonado todo atisbo de sonrisa, para cambiarlo por gesto adusto y paso firme. También Daniel Angelici, que cada vez que recorrió los 100 metros que separan el vestuario de Boca de la puerta maratón que da a las oficinas de Presidencia de River, fue custodiado con el celo que el micro no: 30, 40 efectivos hacían de la corte del "Tano", mientras los vidrios de la Confiteria eran golpeados por los hinchas iracundos, de verlo pasar.

También pasaron por ahí Alejandro Domínguez, de impecable traje azul y el alto Gianni Infantino. También desfilaron Cristian Gribaudo, Secretario Xeneize, Darío Richarte, Vicepresidente de Boca, Ignacio Villaroel, Secretario de River, Jorge Brito, vice de River, Adrián Varela, Relaciones públicas del club. Todos iban y venían. Como en un loop eterno de rosca e incertidumbre. Los periodistas intentaban saber que pasaba a través de lo poco del gesto que se dejaba ver en medio de la marea de policías y escudos. 

¿Se juega?

Hacia las 18 y minutos, o quizás antes, la noción del tiempo fue difícil, comenzó a correr con fuerza el rumor que se jugaba. El estadio lleno, se desplegó el cotillón, algunos cánticos tímidos de los hinchas de River, aplacados de calor, fastidio y tristeza hasta que llegó el anunció que debió haber llegado dos o tres horas antes: no iba a haber fútbol. Al menos no hoy. La última reunión entre los Presidentes de ambos clubes, el titular de la FIFA, el de Conmebol y, también, Claudio Tapia, incluyó la firma de un pacto de caballeros para volver a jugarlo el domingo, a las 17 horas, en el Monumental y con público.

La gente comenzó a desconcentrarse, mientras llegaban noticias preocupantes de afuera. Saqueos, corridas, disturbios, represión. Y, de pronto, mientras buscabámos posición en el anillo del Monumental, nos vimos presos de una corrida de toros. La gente entraba desesperada por las mismas puertas que había salido. Dirigentes de River expresaban "no corran, no corran" pero no había caso. Parecía el encierro de San Fermín, pero en los pasillos del Monumental. 

Caras cansadas e incertidumbre

Sobre el cierre, ya con el estadio vacío, sólo se veía a los directivos de River deambular por el anillo. De un lado para otro, respondiendo preguntas, las que podían o querían. Rostros cansados, serios, como rendidos. Fastidiosos por no poder llegar a jugar el partido, preocupados por lo que podría venir. Pero sobre todo exhaustos. Mientras ambos planteles esperaban órdenes, los dirigentes de ambos equipos gastaron suelas de los zapatos, yendo y viniendo. De Presidencia a los vestuarios y de ahí a presidencia de nuevo.

Una tarde que será inolvidable, dónde se pasó de la incertidumbre a cómo formaría River, a a incertidumbre de sí se jugaría o no el partido. Una vez más, perdió el fútbol. Una vez más, dio la sensación que no estuvimos a la altura.

El partido más esperado de la historia, un evento extraordinario sin igual, se convirtió en algo burdo, peligroso, indefinido, rosqueado. Es la final que no quería nadie. Es el final que no quería nadie. Una tarde nocha rara en Núñez, de la emoción y la incertidumbre a la tristeza y el desazón. Climas de un partido que se jugó varias veces durante la tarde, pero ninguna dentro de la cancha.