En tan sólo dos partidos de la Copa América, el capitán de la Selección Argentina demostró que sigue más vigente que nunca, pero no desde la función habitual (la de goleador). Tanto contra Chile como frente a Uruguay, se vio otro Messi: el participativo. Un Messi aguerrido, que la pide y juega. Un Messi que necesitaba Argentina. Y, seguramente, una versión que el propio Leo necesitaba mostrar.

A partir del pase-gol a Guido Rodríguez el pasado viernes, el 10 escaló al podio de máximos asistidores en la era de Lionel Scaloni. Con tres asistencias en 18 partidos, igualó a Marcos Acuña y quedó por detrás de Paulo Dybala y Giovani Lo Celso, quienes poseen cuatro y cinco, respectivamente.

Con la camiseta celeste y blanca, participó directamente de 116 tantos en 146 partidos. Marcó 73 goles y repartió 43 asistencias (0.79). Silvio Maverino, a través de sus redes sociales, detalló que los que más recibieron sus pase-gol fueron Higuain y Agüero (9), mientras los que más lo sufrieron fueron Venezuela (6), Paraguay (5), Estados Unidos (3) y Uruguay (3).

Las estadísticas avalan su participación en el juego. Leo disputó 24 pelotas frente a Uruguay, la mayor cantidad en los 90 minutos. A su vez, recibió cinco faltas en el juego, también el número más alto. 

Sin embargo, esto también sucede con el Messi del Barcelona. No es casualidad que, en la última temporada, haya sido el goleador de la La Liga con apenas 25 goles. Es la menor cantidad de tantos en una temporada que hizo en toda su carrera. Incluso, fue la cantidad más baja de un artillero en España desde la temporada 2006/07. Sin embargo, "La Pulga" batió el récord de asistencias y se transformó en el único jugador que ha logrado, en los últimos 25 años de La Liga, un total de 21 asistencias.

Estos datos llevan a una única conclusión y es meramente táctica: desde el último año, Leo se fue retrasando en el verde césped y comenzó a participar en la gestación de las jugadas, sin incidir, muchas veces, en la finalización de las mismas. Y esta "nueva" versión de Messi es la que mejor le sienta a la Argentina. O, por lo menos, a la Argentina de Scaloni. A esa misma Argentina que, cuando juega Messi, sonríe.