“A nosotros nos gano Arabia y nadie lo esperaba. Te puede ganar un europeo, un africano, un sudamericano… el futbol de hoy es partido a partido. Incluso jugando bien puedes perder. Es la sensación con Arabia que jugamos bien, pero no se dio. La sensación es que todos lo partidos son difíciles. El que piense que Australia será fácil está equivocadoEstas en un Mundial", sostuvo Lionel Scaloni cuando aún en el vestuario argentino sonaban los festejos por el triunfo ante Polonia que lo depositaba en octavos de final.

Si bien el seleccionado de Australia, próximo rival de la Selección Argentina en octavos de final, es un equipo que no tiene un talento desbordante o jugadores técnicamente dotados, es un equipo granítico, compacto, molesto de enfrentar. Una formación preparada para hacer sentir el rigor físico y sacar ventaja de toda situación que disponga.

Su juego se basa en lo defensivo. Ninguno de sus futbolistas tiene menos de 1.80 de alto. Más allá de la altura, suelen ser muy fuertes en el juego aéreo por su buena capacidad para saltar. Uno de sus centrales Harry Souttar (oriundo de Escocia) jugador de Stoke City de Inglaterra, mide 1,98 y es infalible por arriba. Es el segundo jugador más alto de la Copa. Su socio en la zaga es Kye Rowles, de 1,85 y poderoso cuando llueven centros. Como todo equipo que apuesta al contragolpe, tiene dos laterales que se proyectan poco pero lo hacen de manera punzante. Aziz Behich y Milos Degenek, por izquierda y derecha respectivamente.

Sus referentes son los veteranos Matthew Leckie y Matthew Ryan. Ambos en el encuentro ante la ‘Scaloneta’ llegarán a diez presencias mundialistas y se convertirán en los futbolistas con más encuentros junto a su Selección. No es poco, teniendo en cuenta las escasas participaciones por Copa del Mundo que tienen los oceánicos. Para atacar son veloces y expeditivos, generalmente lo hacen desde las bandas y hacia el centro, tratando de aprovechar el terreno que el rival deja en su afán por vulnerarlos.

Su principal arma es el contragolpe, huele sangre y va al hueso. Así fue como sorprendió a Francia y se presentó al planeta fútbol, en el primer impacto de la Copa del Mundo, cuando le marcó el 0-1 parcial al campeón defensor. Mathew Leckie desbordó por la derecha y aprovechó un error de Hernández para asistir a Craig Goodwin, que venía a toda velocidad desde la punta opuesta para empujarla directo a la red. 

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De contragolpe también le marcó su gol a Túnez, cuando necesitó reponerse de la derrota categórica ante los franceses. Craig Goodwin desbordó por la izquierda y le envió un centro perfecto para que Mitchell Duke coloque de cabeza la apertura del marcador. Y con la certeza de que puede confiar en el cerco defensivo para estar tranquilos.  

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Así fue como, de la mano de Mathew Leckie, llegó al gol de la tan ansiada clasificación. El equipo australiano, sin brillo, sin figuras, pero con una inteligencia notable para aprovechar los momentos, selló su clasificación con una contra letal. El atacante dominó la pelota, se hamacó hacia un lado y al otro y remató a un palo para dejar estéril la reacción del experimentado Kasper Schmeichel.

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Su técnico, Graham Arnold, es un viejo conocido de Argentina. Es un técnico pragmático, que no se le caen los anillos en reconocer que si hay que reventar una pelota a la tribuna, se hace. Y por otra parte, un técnico muy inteligente para encontrar los espacios y debilidades que puede ofrecer el rival. Lo hizo con la selección nacional cuando la enfrentó, como jugador, en aquel histórico repechaje de 1993. 

El equipo de Alfio Basile que contaba con las figuras de Diego Maradona, Abel Balbo, Gabriel Batistuta, Sergio Goycochea y Fernando Redondo, entre otros, debía ganarle al combinado aussie, quien tenía en sus filas a Slater, los hermanos Vidmar y al hoy DT de los “Socceroos”.

El 31 de octubre de 1993 en el Sydney Football Stadium y con el arbitraje del húngaro Sandor Puhl, Argentina salió a la cancha para el primer chico con Australia ante más de 43 mil espectadores. Fue un partido por demás trabado aquel. Si bien Abel Balbo puso el 1 a 0, Aurelio Vidmar lo empató.

La selección nacional, entonces, tuvo que ganar casi tres semanas después. Ese 17 de Noviembre, en un Monumental colmado con el sueño de llevarse la clasificación, Argentina ganó gracias a un gol de Gabriel Batistuta y selló su ticket al Mundial de Estados Unidos. El hoy entrenador australiano, desde el campo de juego, lo había complicado al último campeón de la Copa América antes de la ‘Scaloneta’. Y querrá repetir bocado.