Después de conversaciones informales, reuniones formales, negociaciones y confección de protocolos estudiados al detalle, el fútbol argentino, 548 días después del inicio de la pandemia del covid-19, volvió a tener público en los estadios. Y el retorno fue a lo grande: la Selección Argentina, con un Lionel Messi tan imparable como emocionado, ganó, gustó y goleó frente a Bolivia por las Eliminatorias rumbo al Mundial de Qatar 2022.

“Vení vení, cantá conmigo, que un amigo vas a encontrar, que de la mano, de Leo Messi, todos la vuelta vamos a dar”, vociferaban los primeros simpatizantes que se iban acercando a un estadio Monumental que se preparó a tono para recibir una gran fiesta del fútbol, prohibida por un año y seis meses.

Familias de la mano, adolescentes haciendo “previa”, parejas jóvenes y muchos niños fueron el contenido de un 30% de aforo que lució la cancha de River como prueba piloto para que, Dios quiera, se termine extendiendo a todas las categorías del fútbol argentino. Si bien no era necesario hacer la prueba, la pandemia demostró que, el fútbol, sin los hinchas, es un hecho que carece de esencia. Es un deporte que nació por y para los hinchas. El examen de laboratorio demostró que en los nervios del hincha argentino hay mucha más información de la que se piensa. Hay angustia, euforia, alivio, ansiedad y energía. Hay de todo. En verdad, el fútbol para nosotros es todo.

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Sin empujones, con cierta distancia y con apenas algunos hechos aislados, los hinchas fueron ingresando al estadio y acomodándose en las butacas. Mientras muchos trabajadores de prensa trabajábamos afuera, con los gritos nos empezábamos a dar cuenta de lo que ocurría adentro, casi como si la popular estuviese relatando la previa. “Meeeeessi, Meeeeeessi, Meeeeessi”, gritaban los fanáticos cuando el gran Diez salió al terreno de juego para hacer su habitual entrada en calor y protagonizar un show de tiros libres.

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Si bien hubo insistencia por parte de la voz del estadio en recordar los protocolos sanitarios, lo más enumerado y recordado por todos se resumía en una canción que se coreó a lo largo de los 90 minutos: “Dale campeooooooon, dale campeoooooon”.

El resto del partido es conocido. La Pulga tuvo una de esas noches en las que no perdona y bastaron tres pinceladas para sentenciar la historia ante una Bolivia desorientada y sucumbida ante la euforia argentina que se vivía dentro y fuera del verde césped. Eso sí, a pesar de los goles de la Pulga, hubo reconocimientos para todos. Desde Ángel Di María, el más resistido en los viejos tiempos y hoy más elogiado; Rodrigo de Paul, quien todavía debe estar corriendo por el estadio Maracaná; y hasta por Dibu Martínez, que no pudo estar pero que se recordó cuando la gran pantalla mostraba los recuerdos de la histórica final ante Brasil.

Y alguien más. Porque claro, detrás de un triunfo, por acción u omisión, siempre hay un ideólogo. En este caso, se trata de un entrenador que encontró un puesto que no buscaba y que terminó siendo el responsable de darle un título al país, algo que venía siendo esquivo desde hace 28 años. “La Scaloneta la… que lo parió”, gritaban los hinchas mientras Argentina se regodeaba en el campo y empezaba a tocar la pelota al compás de los “ole” del estadio.

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Por último, la escena se la terminó llevando un Lionel Messi emocionado hasta las lágrimas. “Cumplí, al fin”, habrá pensado el Diez tras poder darle un trofeo a un país que no lo acompañó en sus inicios futbolísticos, pero que igualmente le reclamaba algo tan posible como azaroso en el fútbol, que es ser campeón de un torneo.

“Está diferente”, “maduró”, “se lo ve cada vez más capitán”, dicen algunos, principalmente los más críticos del flamante futbolista del PSG. El llanto, el dolor interno y la sensación de satisfacción y alivio demuestran que, en realidad, se trató más de una cuestión esquiva que futbolística en sí.

Después del partido, hubo un sorpresivo show que quizá no logró conectar tanto con el hincha, que en realidad quería ver y escuchar a los futbolistas. Pero eso es otra historia. La conclusión es que, con espera y vacunación de por medio, Argentina recuperó su esencia cultural, que es el fútbol con el público adentro de los estadios. Ojalá que el virus no nos vuelva a hacer renegar con nuestras raíces.

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