(De la Redacción de DOBLE AMARILLA) Tres ciudades. Un partido. Un tironeo y un trasfondo que trasciende, por mucho, a la pelota. El amistoso entre Israel y la Argentina distó mucho de ser un mero espectáculo deportivo. Con la suspensión, por ahora, firme, el Gobierno Argentino salió a despegarse de la concreción del mismo. El Canciller Jorge Faurie aseguró, en declaraciones a "La Nación" que el gobierno de Mauricio Macri había advertido de los peligros de jugarlo en Jerusalén. Bueno, no es tan así. Digamos que con "el diario del lunes" esa es la versión oficial.

Lo cierto es que, como viene sosteniendo "Doble Amarilla" desde hace tiempo, el partido, que originalmente sería en Tel-Aviv, luego en Haifa (ciudad que quería la empresa organizadora del encuentro), fue mudado a Jerusalén por deseo del Premier Israelí Benjamín Netanyahu y de su par argentino, el Presidente Mauricio Macri. ¿El motivo? Político, ni más ni menos. Ambos estados querían que el encuentro quede englobado dentro de los festejos por el 70º aniversario de la concreción del Estado de Israel. Netanyahu visitó Buenos Aires en septiembre de 2017 y su relación con el gobierno argentino goza de muy buena salud. Si bien la no realización del partido no debería hacer tanta mella, sí es una "mancha" que quedará en el vínculo bilateral de ambas naciones. Una mancha inoportuna para el gobierno argentino. 

Es más, "Doble Amarilla" contó en su momento que para el gobierno argentino este partido era tan importante que se evaluó, con mucha seriedad, la posibilidad que Mauricio Macri esté presente en el estadio. ¿Por qué Jerusalén? La Ciudad Santa está en eterna disputa con Palestina, que reclama su posesión. De allí el conflicto que mantiene en vilo al mundo hace 71 años y que también incluye a la "Franja de Gaza", Cisjordania y los Altos del Golán. Jugar el partido ahí fue visto como una provocación por Palestina, una más, sumada a que la que ya generó la decisión de Donald Trump de mudar la Embajada de Estados Unidos allí, reconociéndola como "capital eterna" de Israel, acabando con el debate de disputa.

A ese clima de hervor, que hizo que, el 15 de mayo se conociera la noticia que se pensaba en mudar el partido a Barcelona, le sobrevino la promesa de Seguridad de Jefe de Estado para Messi y la Selección y la visita del elenco albiceleste al "Muro de los Lamentos", en una situación más simbólica que necesaria. ¿Por qué, entonces,el Gobierno decide jugar en esta partida de ajedrez internacional? Argentina necesita el apoyo de Israel para conseguir el préstamo que el pide al FMI. Y llevarse bien con Israel es llevarse bien con Estados Unidos. Incluso, algunos señalaban que el propio Donald Trump presionó para la concreción del partido.

La ministra de Deportes y Cultura de Israel, Miri Regev, dejó ver los hilos en el diario "Maariv": “Por supuesto que uno de los jugadores más populares del mundo conviene verlo jugar en Jerusalén. ¿Hay otra propaganda mejor que ésa?”, expresó y dejó en claro que el partido excede, por mucho, a la cuestión deportiva. Es más, a nivel deportivo, a la Selección Argentina no le suma nada enfrentar a Israel: no es un rival de fuste, no jugará el Mundial y le imprime una carga de horas de viaje que se antoja innecesaria a días del desembarco en Rusia.

En esta cuestión, la Selección Argentina, que arregló un muy buen dinero por la disputa del encuentro, unos USD 2 millones, terminó en el medio de una disputa en la que no tiene voz, ni voto. Al ver el clima de violencia suscitado por este partido, los jugadores pidieron bajarse, la AFA entendió que era lo más sensato y en Israel estallaron. Necesitaban este partido. Tanto como lo necesitaban desde Balcarce 50, aunque con el "resultado puesto" digan otra cosa.