(De la redacción de DOBLE AMARILLA) Se cumplen 30 años del Mundial de Italia ’90 y el pueblo argentino lo recuerda con cariño y nostalgia. Una Selección Argentina que arrancó con un accidentado partido con Camerún y luego le ganó contra las cuerdas a un poderoso Brasil. Lesiones, penales, amarillas y una nueva final con Alemania que terminó sospechada por el arbitraje.

Con estos condimentos y con los recuerdos intactos, Doble Amarilla dialogó en exclusiva con Julio Olarticoechea, campeón con la Selección Argentina en 1986 y subcampeón en Italia 1990. Anécdotas, lo que significa el primer partido y la importancia de Carlos Salvador Bilardo como entrenador de ese histórico equipo.

La entrevista completa:

Doble Amarilla: ¿Qué significa para usted que la Selección Argentina del ’90 tenga el mismo respeto que la del ’86?

Julio Olarticoechea: Me están llamando por las dos cosas (ríe). Me parece que la palabra, después de tanto tiempo transcurrido, es orgullo. Que la gente y el periodismo siga hablando de esto es increíble. Uno ve las imágenes y a veces piensa que solamente lo soñó, pero en realidad estuvo ahí.

DA: Este es un país muy exitista, pero la Selección del ’90 sin embargo es muy recordada…

JO: Es verdad, y de hecho el recibimiento tras el subcampeonato de ese Mundial de Italia tuvo la misma convocatoria de gente que cuando conseguimos el campeonato en el ’86. El mérito nuestro y de Bilardo fue conformar un grupo bárbaro. Sin embargo tuvimos muchísimos problemas, como bajos rendimientos en el primer partido y lesiones como en el caso de Maradona, Burruchaga y Giusti. A esa final llegamos cascoteado de lo físico y plagados de tarjetas. Tuvimos suerte en el partido con Brasil, es cierto, pero son esos clásicos que se ganan como se puede.

DA: Hay una comparación muy interesante con el Mundial de ’90 y es que representa a la idiosincrasia del argentino, de pelear y salir adelante en la adversidad, ¿coincide?

JO: Sí, totalmente. Los argentinos somos así, en los peores momentos nos la ingeniamos y tenemos mucha garra. Siempre sacamos el barco a flote ante cualquier adversidad. En los deportes de equipo, Argentina es muy fuerte en todas las disciplinas a nivel mundial. Cuando vos tenés un conductor, como el caso de Bilardo, y entendés que si te saca es por algo, ahí es cuando la base mejora y todo se saca adelante.

DA: Con el equipo completo y con Diego en mejores condiciones, ¿ese equipo era campeón?

JO: No es bueno uno que lo diga, pero es cierto que muchos jugadores de primera línea no pudimos estar y habíamos hecho un buen partido contra Italia. Yo no sé si hubiéramos salido campeón, pero es claro que el equipo se resintió tras tantas bajas.

DA: ¿Y si ese partido iba a penales?

JO: Podríamos haber tenido chances porque Goycochea estaba tremendo. Además anímicamente estábamos muy fuertes, no se da siempre el jugar dos finales seguidas. El primer partido tenés una mochila terrible, pero la misma se ablanda con el correr de los partidos. Y llega la final y más que nervios, tenés muchas ansias por jugar. La cabeza es muy distinta, llegas con muchísima confianza.

DA: Es interesante el concepto del primer partido y la mochila…

JO: El primer partido tuvimos bajos rendimientos y sentimos mucha presión de inaugurar el mundial como últimos campeones. Yo recuerdo que el primer tiempo con Rumania jugué atado y la pelota me rebotaba. Yo sabía que tenía que jugar simple y no arriesgar porque estaba con nervios.

DA: ¿Cómo define al equipo en pocas palabras?

JO: Yo creo que ese equipo era actitud, en pocas palabras. Una Selección que fue obligadamente de menor a mayor y se la fue creyendo con los partidos. Y  a pesar de las adversidades, siempre salimos adelante. Hemos demostrado que estuvimos a la altura, aunque no alcanzó con una Alemania que fue un poco más.

DA: ¿Qué significa Bilardo para su vida y la de sus compañeros?

JO: Él estaba adelantado a todo. Costó entenderlo al principio, pero tras tenerle confianza uno depositaba sus expectativas en Carlos. Dedicó su vida y las 24 horas del día al fútbol y para nosotros su mensaje fue una enseñanza. Cuando hablábamos de los premios o del dinero, él nos decía que dejemos todo, que la gente nos lo iba a agradecer de por vida. Y así fue, por donde ando la gente te lo recuerda y te lo agradece.