(De la Redacción de DOBLE AMARILLA) Se puede creer que con Messi alcanza y si, encima, está rodeado de una generación de varios jugadores que demuestran jerarquía en sus equipos, el resultado debería ser claro: clasificar sin sobresaltos a Rusia 2018. Todo esto, sumado al espaldarazo que debería haber significado el subcampeonato en Brasil 2014, llegando a tejer un idilio de la gente con el equipo, teniendo así margen y fuerza de cara al público. Contando con el mejor del mundo, con una buena camada y siendo subcampeones del mundo, debería alcanzar. Y hasta sobrar. Sin embargo, hoy la realidad golpea duro y Argentina aparece desde hace varios partidos caminando por la cornisa, dependiendo aun de sí mismo pero demasiado ajustado teniendo en cuenta los nombres que tiene y las realidades de los mismos con sus desempeños fin de semana a fin de semana. 

Nadie va a negar que los jugadores son los que salen a la cancha y que hay niveles bajos en lo futbolístico, que pareciera no haber rebeldía, y cuando la hay, falta la suerte. Pero, a veces los contextos son importantes y obviarlos sería un error grave en esto de analizar un proceso y entender el por qué de este duro presente en materia de selección.

No todo lo que atentó contra la Selección fue la polémica sobre donde jugar el partido con Perú. No todo pasa por la presencia de Higuaín, la chance a Benedetto o 'los ciclos cumplidos'. Es difícil olvidarse de todo lo sucedido y hay que analizar paso por paso los últimos años de la historia político-deportiva de la Asociación del Futbol Argentino para entender esto: fue casi milagroso que este equipo, en una atmósfera sumamente desfavorable, haya disputado dos finales tras el cierre del Mundial de 2014.

El comienzo del fin, luego de dos años de idas y vueltas políticas, se dio con la (desprolija) salida de Gerardo Martino en 2016: dirigentes que no lo querían pero no se lo hacían saber, clubes que se negaban a ceder jugadores para disputar los Juegos Olímpicos, un evidente desprecio por la marca 'Argentina' y encima, directivos que casi no aparecían por el predio en una etapa difícil de la AFA. El combo, resultó letal. Las eliminatorias ya habían empezado, el 10 ya había renunciado. El panorama era oscuro. 

Anteriormente, se había dado el '38 a 38' ya conocido y la llegada de la Comisión Normalizadora de la mano de FIFA, tan criticada muchas veces por los propios directivos de los clubes pero necesaria para arribar a un acuerdo al que ellos mismos no llegaban. Imposible es dejar de subrayar que tras la salida del Tata, en el plano interno la AFA ya no tenía un gobierno elegido democráticamente y necesitaba un orden económico y financiero que hacía pensar que las opciones serían DT´s que en Viamonte pudieran abonarse sin problemas: esa fue la génesis de Edgardo Bauza como técnico nacional.

Duramente criticado por la forma en la que jugaba el seleccionado (y por sus declaraciones más que polémicas en las conferencias), Bauza había conseguido algunos triunfos necesarios, pero también mostraba una cara en el juego que a la mayoría de la gente no le simpatizaba demasiado.

Era un secreto a voces que cuando las nuevas autoridades pisaran AFA, no querían nada que tenga que ver con “la resaca” de la Comisión Normalizadora, y en ese paquete entraba el ex DT de San Lorenzo. Dicho esto, el Patón dio un paso al costado de común acuerdo y la era Tapia arrancó con el DT que todos pedían: Jorge Sampaoli. 

Lo cierto es que con la historia ya contada y con seis meses de gestión, es injusto culpar sólo a Claudio Tapia por este momento: no hay que perder de vista que en su momento, todos los dirigentes han puesto lo personal por encima del bienestar de una asociación que se mostraba golpeada después de la perdida de Julio Grondona y en donde todos, se preocupaban más por quién tenía el poder que por tratar de unirse, algo que pasó después, y cuando posiblemente haya sido demasiado tarde. 

Nadie puede asegurar que la cosa sería distinta si la unidad o el apoyo a un dirigente que encabezara la gestión sucedía antes, pero la realidad es que la AFA debería haber sido institucionalizada mucho tiempo antes, como para evitar llegar a situaciones extremas. Mientras tanto, en una misma eliminatoria pasaron tres presidentes distintos (Luis Segura, Armando Pérez y Claudio Tapia) y tres técnicos diferentes (Gerardo Martino, Edgardo Bauza y Jorge Sampaoli) para una competencia de 19 partidos, lo mismo que duraban los torneos cortos que se jugaban hasta hace algunos años en el país. 

En este último tiempo, con DT nuevo y sus ideas novedosas, las pruebas le ganaron a lo seguro. Se perdió el foco. Se recurrió a salvadores individuales, cuando de esta, Argentina sale con todos arriba del barco, y a cuanto más experiencia tengan, mejor.

¿Iremos al Mundial? ¿Nos merecemos ir al Mundial? ¿Llegaremos con fuerzas al Mundial? ¿La clasificación se convertirá en el árbol que nos impedirá ver todo lo que pasó, y que es el bosque en esta historia? Pase lo que pase, sea lo que sea, ¿Deben rodar cabezas o haber renovación en algunos sectores después del martes? ¿Los jugadores, hablan y dicen lo que piensan en su espacio íntimo primero, ante el entrenador después y de cara a los dirigentes por último? 

Con todo este contexto, Argentina está viviendo la era del mejor jugador del mundo con una camada interesante de compañeros en el momento más difícil de la historia política de nuestro fútbol, pero así y todo, jugó dos finales desde que se murió el antiguo cacique y hoy sólo queda tener la esperanza de que este equipo tendrá un pasaje al próximo Mundial. Algo que era obvio a mediados de 2014, y que hoy, a tres años de aquellos días, casi suena a milagroso.