(Desde Moscú, Rusia) El nudo en la gargante, la voz entrecortada, el himno cantado con el corazón en la mano, la ansiedad sin límites, el llanto a flor de piel: un carrusel de emociones que empiezan hoy con el debut de la selección argentina en el Mundial de Rusia: enfrente estará el debutante Islandia pero detrás quedarán cuatro años donde los vaivenes dirigenciales y la rosca marcaron el pulso del fútbol.

Cuando el polaco Szymon Marciniak marque el inicio del partido en el estadio del Spartak Moscú, la historia de los tres procesos con Gerardo Martino, Edgardo Bauza y el presente de Jorge Sampaoli, la alternancia de poder con Julio Grondona, Luis Segura, Armando Pérez y el Comité de Regularización y el actual de Claudio Tapia, las dos finales perdidas ante Chile en Copa América y el tortuoso camino en las eliminatorias junto con las mil vicisitudes y problemas transitados quedarán para aprender del pasado pero en un stand by.

Es que el país entero, desde Ushuaia a La Quiaca y desde el Aconcagua hasta el inmenso Río de la Plata, será una sola voz y un único corazón latiendo en sintonía celeste y blanco. No habrá divisiones ni diferencias y si bien las chicanas internas y domésticas seguirán existiendo... por 90 minutos todos esperaremos gritar un gol de Messi, una gran definición del Kun Agüero, una corrida eléctrica de Di María, un quite excepcional de Mascherano, una barrida de Otamendi o una atajada de Caballero.

Es hora de alentar y soñar despierto e ilusionarse con empezar hoy un camino que terminará con Messi levantando la copa el 15 de julio en el estadio Luzhnikí, con un viaje circular de siete estaciones que empiece y termine en Moscú.