Ocampo, Bullrich y Madero, quienes creen que no están dadas las condiciones para que la Superfinal de América se juegue con público visitante tuvieron que reunirse de urgencia en Gelly o Obes, tragar saliva y empezar a buscar la manera en la que discursivamente no tuvieran que comerse sus palabras. Allí empezaron a complacer el capricho presidencial y a buscar argumentos para que se jueguen los River-Boca con ambas parcialidades. El caracter de "históricos" de estos match es la salida que le encontraron.

“A partir de una propuesta del presidente de la Nación, Mauricio Macri, los equipos de los ministerios de Seguridad de la Nación y de la Ciudad de Buenos Aires están trabajando de forma conjunta en la evaluación de las medidas necesarias que permitan la concurrencia de público visitante en la histórica final de la Copa Libertadores de América que disputarán Boca y River. Estos partidos del certamen continental revisten un carácter excepcional, por lo cual estas decisiones no generarán modificaciones en el ámbito loca”, así coronaba la reunión ene un lavado comunicado de prensa.

Según la comunicación oficial durante la reunión de la que también participaron el jefe de gabinete porteño, Felipe Miguel, el secretario de Seguridad, Eugenio Burzaco, y el subsecretario de Políticas de Seguridad e Intervención Federal, Darío Oroquieta, aseguran que se “abordaron las medidas necesarias tendientes a promover la concurrencia del público visitante, convocando a trabajar a los presidentes de los clubes, futbolistas, hinchas, periodistas y a todos los referentes de la sociedad en la construcción de una cultura de la paz”.

En tanto, al fin del encuentro, en declaraciones en A24, Martín Ocampo confirmó que serían 4000 las localidades que dispondrán cada hinchada visitante en ambos estadios.

Mañana habrá una conferencia de prensa de presentación en la que se hará la convocatoria a todos los protagonistas del Superclásico. Así, en dos horas exactas los funcionarios recibieron una dosis extrema de un Presidente-hincha y tuvieron que girar 180 grados aunque sólo de manera discursiva ya que no están para nada convencidos de consentir el capricho.