Boca Juniors festejó la obtención de la Copa Argentina al mismo tiempo que se cumplieron dos años de las elecciones que tuvieron a Juan Román Riquelme como el principal responsable de terminar con la gestión macrista en el club. Tiempo después, la experiencia le hizo entender que el peso del traje de dirigente es algo más denso que tomar decisiones con los botines puestos.

El 2019 fue un año convulsionado para la Argentina en términos políticos. Cristina Fernández de Kirchner anunciaba a Alberto Fernández como su compañero de fórmula para la presidencia y Mauricio Macri soñaba con otro período de cuatro años luego de una gestión desgastada por la crisis económica. Mientras se definían los destinos nacionales, Boca también jugaba su partido político e iba a las urnas tras un ciclo de Daniel Angelici que tuvo como resultados la obtención de títulos nacionales, pero también las sistemáticas derrotas ante River por Copa Sudamericana, Libertadores y la Supercopa Argentina.

El 'Xeneize', con Carlos Tevez como capitán, Guillermo Barros Schelotto en el banco y un plantel muy superior al actual en términos de jerarquía, dominaba el escenario local, pero le era esquiva la Libertadores. En la temporada 2017-2018, Boca no participó de la Copa Libertadores, pero sí obtuvo el campeonato de la Superliga por escasa diferencia. Cuando todo era fiesta, llegaba la advertencia de un disconforme Riquelme que hacía exigencias públicas en los medios de comunicación. "Una Copa Libertadores vale diez campeonatos. Ganar un torneo local es importante, pero ganar la Copa es ser un buen jugador de fútbol. Si estás cuatro años en Boca, un campeonato local o una Copa Argentina la vas a ganar. Los que son buenos, ganan las copas", lanzaba en ese entonces en Fox Sports.

Riquelme:"UNA COPA LIBERTADORES VALE DIEZ CAMPEONATOS ARGENTINOS"

Sin embargo, la derrota ante River en Madrid trajo cambios en los comportamientos de Riquelme a la hora de declarar. Esa dolora derrota del 2018 fue el "click" que le hizo replantearse su vínculo con el club, o al menos eso declaró ante la prensa, marcando que su hijo, Agustín, le había pedido que regrese al club.

En pasos sigilosos, Riquelme empezaba a mostrarse dispuesto a participar de las elecciones del Xeneize. Se animó a bajar del Olimpo y de la comodidad de las conquistas logradas en su tiempo de futbolista para probarse el traje de dirigente. Su pre lanzamiento y su "libre albedrío" para elegir un espacio político le dejaron como saldo una lluvia de ofertas, llamados y propuestas. Además de atender al propio Macri, con el cual se reunió en más de una oportunidad en la Quinta de Olivos, recibió llamados de pesos pesados de la política, como los casos del presidente Alberto Fernández, el titular de la Cámara de Diputados, Sergio Massa y el ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Juan Cabandié, entre otros.

Riquelme empezaba a jugar, pero nada le convencía. Del otro lado tenía a Christian Gribaudo, un apadrinado por Angelici; a Jorge Amor Ameal, con quien tuvo un trato cordial en su etapa como futbolista; y a un poco trascendente José Beraldi, a quien incluso le adjudicaban formar una tercera vía para beneficiar al macrismo. Como ninguno le cerraba, el ex enganche del Villarreal propuso ir todos juntos. Pero nadie estaba dispuesto a desordenarse. Finalmente, en una jugada tan maestra como de última alternativa, similar a la del Frente de Todos para arrasar en las urnas del 2019, el oriundo de Argentinos Juniors llamó a la prensa y confirmó que, a poco tiempo de las elecciones, apoyaría la lista de Ameal con el ex dirigente y empresario Mario Pergolini.

Riquelme ya tenía claro que iba a ser vicepresidente de Boca y que iba a tomar decisiones importantes en el fútbol. Lo que pocos imaginaban era que el Consejo del Fútbol iba a convertirse en su Guardia Pretoriana ante un mínimo intento de intervención en las decisiones diarias del club, algo que le terminó costando la salida a Pergolini y que terminó generando un fuerte desgaste en la figura de un Ameal que ya cuenta con cada vez menos avales para tomar medidas.

El inicio de la gestión se vio opacada por la pandemia del coronavirus y un 2020 en el que no se jugó al fútbol por un largo tiempo. A eso se le sumó la falta de ingresos, pocos refuerzos y un plantel que perdió valor y jerarquía, salvo por la continuidad de un vigente Carlos Tevez -resistido por Riquelme y el Consejo del Fútbol- que le terminó dando el, hasta ahora, título más importante de su ciclo institucional: la Superliga 2019/2020 ganada a River en la última fecha.

Tweet de TyC Sports

Riquelme tuvo que afrontar durante este tiempo críticas en los medios de comunicación, numerosos desplantes de futbolistas y hasta dolorosas eliminaciones, como en la última Copa Libertadores ante Atlético Mineiro, donde su equipo convirtió dos goles que fueron mal anulados por el VAR. Sin mencionar lo que ocurrió después, cuando su comitiva y plantel profesional atacó y fue atacado salvajemente por autoridades y policías de Brasil, hecho que todavía está en los órganos disciplinarios de Conmebol y que le valió fuertes sanciones a compañeros suyos, como Raúl Cascini.

Ante la falta de Copas Libertadores que tanto había exigido en su época de no dirigente, Riquelme tuvo que salir a bancar la parada y poner el cuerpo visitando provincias en las que jugó Boca. En definitiva, construir músculo político y darle al hincha lo que el Xeneize, pase la dirigencia que pase, no puede conseguir desde el año 2007.

Hacer política y ratificar el traje de dirigente es tanto una derrota como una victoria para un Riquelme que advirtió que su deseo es quedarse por "varios años en el club". De hecho, ya les avisó a Macri y Angelici que "estuvieron 25 años" en Boca y que "lo usaron para lo que lo necesitaban". "Ahora hay que volver a ser un club de fútbol y lo estamos consiguiendo", agregó el dirigente.

Tweet de Corta

También lanzó algunas críticas a la organización del fútbol argentino, asegurando que "en estos dos años somos el club que más ganó y no tenemos tantas finales como los demás. Ganamos tres campeonatos y no tenemos las finales que tienen los demás".

El Consejo del Fútbol sabe que para la Copa Libertadores que viene tendrá que hacer un fuerte rediseño del plantel profesional, sobre todo si apunta a ser un equipo competitivo y con anhelos de conquistar el trofeo más importante de Sudamérica. Se tendrían que encontrar alternativas para seis futbolistas suspendidos por varias fechas, con los casos resaltantes de Sebastián Villa, Cristian Pavón, Marcos Rojo y Carlos Izquierdoz. En el último mercado de pases, Boca quiso apostar al torneo local y terminó comprando algunos jugadores que hasta ahora no han representado soluciones, como los casos de Nicolás Orsini y Norberto Briasco, sumado al flojo rendimiento de Juan Ramírez.

La ventaja con la que contó Riquelme en este último tiempo es que el "factor River" no fue tan potente como el que tuvo que sufrir Daniel Angelici en su último ciclo. En estos últimos dos años, el Superclásico se mostró bastante parejo y con pocas ventajas. Boca ganó la última edición de Superliga y logró eliminarlo en la Copa Maradona (donde el Millonario tuvo un fuerte brote de contagios de covid-19) y en la Copa Argentina desde los 12 pasos. En tanto, los de Marcelo Gallardo ganaron un duelo clave para conquistar el Torneo Liga 2021. Sin embargo, la historia en términos de campeonatos internacionales sigue siendo esquiva.

Días atrás, se lo vio a Román festejando ante los suyos, de manera descontrolada, la obtención de una Copa Argentina que le hizo salvar un año poco recordable. La misma de la que tanto renegaba. Y sí, ser dirigente es otra cosa.

Descontrolado festejo de Riquelme tras la obtención de la Copa Argentina