(De la Redacción de DOBLE AMARILLA) Como luego de aquel 0-4 ante Alemania en Sudáfrica 2010, Lionel Messi volvió a hundirse tras una goleada en contra. Lo hizo en la intimidad del vestuario, cuando las cámaras se retiraron y Anfield celebrara la histórica remontada y el Barcelona tragaba angustia. 

Más que para nadie, para Messi significó un duro palo. Pasar de un 3-0, dónde él brilló a este 0-4, dónde estuvo presente en todas las pocas jugadas de ofensiva que generó el Barça pero no pudo convertir, fue durísimo para el Capitán del Barcelona y de la Selección Argentina, que otra vez quedó en el centro de la escena, pese a haber hecho todo y más para comandar al equipo hasta la final de Madrid. 

Eligió no hablar luego de un extenso control antidóping y de las lágrimas que ganaron terreno una vez consumado el resultado adverso en los vestuarios de la cancha del Liverpool, el lugar dónde se configuró una nueva frustración para el Blaugrana, la cuarta en cadena, la segunda consecutiva con una remontada histórica, como aquella en el Olímpico de Roma en 2018 y esta en Liverpool en 2019.

Cuenta "The Guardian" que Messi estuvo "desconsolado" en el vestuario. Claro, el capitán Blaugrana había prometido traer "esa Copa tan linda" al Nou Camp. Quedó ahí nomás, a un gol y una final de conseguirlo.

Una vez más, el mejor del mundo le tocó tutearse con la amargura de una derrota que será difícil de olvidar y que teñirá por completo una temporada en la que el Barcelona ya ganó LaLiga y deberá jugar la final de la Copa del Rey, ante el Valencia.