Maximiliano Espinillo es la figura de los Murciélagos, la Selección Argentina de fútbol para ciegos, en los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020. El cordobés trae consigo una historia de esfuerzo junto a su familia.

Antes de viajar a Japón, Espinillo dialogó con La Voz y contó detalles: “Mis viejos eran vendedores ambulantes en el centro y nosotros vivíamos de eso. Empecé a laburar con ellos y, después, me fui a los colectivos. Es muy loco haber venido desde ahí y estar acá. Vendíamos pilas, relojes, un poco de todo. Yo laburaba con golosinas en los colectivos, chocolates, caramelos, alfajores. Trabajaba a la mañana, de 9 a 13".

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El delantero quedó ciego a los cuatro años por un desprendimiento de retina debido a un virus. "Se me hizo una presión ocular muy fuerte, me operaron y el nervio óptimo no aceptó la cirugía. Tengo un poquito de resto visual… luz, sombra, no alcanzo a distinguir colores, figuras. Es registro visual de luz, sé cuándo es de día o de noche, pero nada más", relató. Fue a los cinco cuando comenzó a jugar al fútbol: "Le ponía una bolsa a la pelota, o agarraba una de plástico, la pinchaba y le metía piedras para que hiciera ruido".

Su infancia la pasó en la Villa El Nylon de La Docta. "Vivía en una casa en la que llovía más adentro que afuera. Son mis raíces y no reniego de ellas", expresó en una entrevista con La Garganta Poderosa.

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En Tokio atraviesa un gran presente y es el autor de los cuatro goles que tiene la Albiceleste: marcó un doblete en el debut ante Marruecos y luego fue nuevamente la figura contra España. Uno de los goles los marcó con el sello de Messi, dejando en camino a cuatro rivales.

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Este jueves, los Murciélagos cierran la fase de grupos ante Tailandia, pero ya se aseguraron un lugar en las semifinales de los Juegos. En esta edición, lbuscarán acceder al podio, tal como lo hicieron en Río 2016 (bronce), Beijing 2008 (bronce) y Atenas 2004 (plata).

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