El delantero del Milan, Zlatan Ibrahimovic, presentó su nuevo libro "Adrenalina" y dio detalles reveladores sobre su infancia, su carrera profesional y los duros momentos que tuvo que atravesar para ser lo que hoy es.

El anuncio del libro lo compartió concediendo un reportaje al medio italiano Corriere della Sera, donde brindó una introducción del trabajo que será lanzado en las tiendas comerciales de todo el mundo.

Ibrahimovic, a los 40 años, sigue siendo un delantero sensación y continúa en su misión de desafiar el reloj de arena que tienen todos los futbolistas. En absoluta plenitud y mejorando a lo largo del tiempo, viene haciendo buenas temporadas en Milan, equipo que hoy se ubica segundo a tan sólo un punto del líder Napoli.

Sin embargo, detrás de este futbolista que se muestra egocéntrico y altanero delante de las cámaras, se esconde una persona que tuvo que atravesar muchos momentos difíciles en su infancia para convertirse en un astro mundial. “Tengo 40 años y dos hijos. A esta edad se suele trazar una línea y se hacen las primeras sumas, los primeros resultados. Todo el mundo conoce al Ibra jugador, al hombre no”, manifestó el atacante a corazón abierto.

Ibra aseguró que fue “un niño que siempre ha sufrido”. Incluso, reveló una anécdota sorpresiva: “Nada más nacer, la enfermera me dejó caer desde un metro de altura. Sufrí toda mi vida”.

También explicó cómo fueron sus pasos como pre-adolescente: “En la escuela yo era el diferente: los demás eran rubios de ojos claros y nariz fina, yo moreno, con nariz grande. Hablaba de manera diferente a ellos, me movía de manera diferente a ellos. Los padres de mis compañeros de clase solicitaron que me expulsaran, siempre me han odiado”.

El libro "Adrenalina" que presentó Ibrahimovic

Al mismo tiempo, habló de sus orígenes: “Soy sueco, pero también soy una mezcla: mi madre es croata y católica, mi padre es bosnio y musulmán”.

Uno de los momentos que marcó su infancia fue el conflicto bélico dentro de Yugoslavia, que tuvo lugar de 1991 a 2001. “Mi padre sufría mucho. Todos los días llegaban noticias de la muerte de un conocido. Él trató de mantenerme a salvo, siempre trató de protegerme”, contó.

“Cuando su hermana murió en Suecia, no me dejó ir a la morgue. Sin embargo, cuando mi hermano Sapko murió de leucemia, yo fui. Mi hermano me esperaba y dejó de respirar frente a mí. Lo enterramos con el rito musulmán. Papá no derramó una lágrima. Al día siguiente fue al cementerio y lloró desde la mañana hasta la noche, solo”, recordó.

Y luego, en una frase típica de Zlatan, aseguró: “No creo en Dios, sólo creo en mí mismo”. Es más, tampoco se imagina viviendo otra vida. Por eso se esfuerza para hacer que la que tiene, sea única. “Cuando estás muerto, estás muerto. Ni siquiera sé si quiero un funeral o una tumba, sería un lugar para hacer sufrir a los que me amaban”, sentenció.

Y en ese marco, reflexionó: “Aprendí a transformar el sufrimiento e incluso el odio, en fuerza, en gasolina. Si soy feliz juego bien, pero si estoy enojado, herido, o con dolor… ¡Juego mejor! De los que me aman saco energías, pero de los que me odian saco mucho más”.

Entre diversos temas personales, Zlatan se refirió a su vínculo con las mujeres a lo largo de su vida: “Muy tímido. En la primera cita había escrito todo lo que tenía que decir. Si la niña estaba hablando de otra cosa, le haría la pregunta que había escrito de todos modos. Hice todo mucho más tarde que mis compañeros...”. 

“¿A qué edad hiciste el amor por primera vez?”, le preguntó el periodista. “A los 17. Porque a los 17 años por primera vez salí del gueto de Malmoe y me fui al centro. Sólo entonces descubrí a los suecos como los imagina: rubios, libres. En el gueto, las chicas llevaban el pelo corto y velos”, respondió el sueco.

Por último, también se hizo un espacio para hablar de su vínculo de más de dos décadas con su esposa Helena: “El secreto es la paciencia. Helena es diez años mayor que yo, siempre ha sido más madura”.