La lucha contra la violencia de género no distingue escenarios. La mujer está expuesta a vivirla en su hogar, en su trabajo, con familiares, conocidos, desconocidos, parejas. No hay un “no, ahí no pasa”. Eliminarla es una tarea colectiva. El fútbol argentino no es una excepción. Desde 2015, según el relevamiento realizado por Doble Amarilla, se registraron al menos 28 denuncias a jugadores que en ese momento militaban en el certamen de élite de la competencia doméstica. La cifra estremece y preocupa, más si se tiene en cuenta que aún al día de hoy, en muchos casos, la palabra de las víctimas queda dentro de su propio cuerpo o de su círculo cerrado y omite a la Justicia por miedo a que la exposición y posterior ausencia de condena deriven en un dolor aún mayor.

Si tomamos como punto de partida a 2015, encontraremos que el primer expediente visibilizado tuvo como protagonista a Marcos Díaz, actual arquero de Talleres. En aquel momento era profesional de Huracán y fue acusado de amenazar a su ex pareja con la ayuda de barrabravas. En 2020, ya en el club cordobés, su nombre se asoció a un episodio de violencia económica.

Agustín Rossi, arquero de Boca, tenía 21 años cuando fue denunciado por su ex pareja por golpes y amenazas. En 2016, Renzo Saravia, en ese entonces en Belgrano, fue acusado por su ex pareja, Camila Guevara, de violencia física y verbal y de abandonar a su bebé para irse de vacaciones con otra mujer. El lateral replicó acusando a la mujer y asegurando que tenía una orden de restricción.

En 2017, Ricardo Centurión aún jugaba en Boca y era denunciado por Melisa Tozzi, su pareja de entonces, por “violencia verbal y física”. En enero de 2018, tres jugadores del Xeneize, los colombianos Frank Fabra, Wilmar Barrios y Edwin Cardona, fueron denunciados por abuso sexual y violencia de género. Ese mismo mes, Fernando Tobio, quien jugaba en Rosario Central, participó de disturbios a la salida de un bar y de una pelea con una joven. En abril, Rafael Santos Borré fue denunciado por golpes y amenazas, llegando luego a un acuerdo extrajudicial.

En febrero de 2019, Hernán Tifner, futbolista de Gimnasia, fue denunciado por su ex pareja por acoso y por rayarle el auto. Luego se llegó a un arreglo entre partes. En mayo de ese año, Lautaro Acosta, de Lanús, fue denunciado por su ex pareja, Ludmila Isabella, quién además de presentarse en la Justicia visibilizó la situación a través de las redes sociales con una serie de posteos en los cuales relató haber sufrido “agresiones físicas y verbales y maltrato psicológico”.

Párrafo aparte para el caso del ex Boca y River Jonathan Fabbro. El 19 de agosto de 2019, los jueces Luis Oscar Márquez, Claudia Moscato y Darío Medina, integrantes del Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional N°12, lo condenaron a 14 años de prisión por los delitos de abuso sexual agravado y corrupción de menores. Ambos fueron cometidos contra su ahijada y sobrina cuando la niña tenía entre 5 y 11 años de edad. El abogado querellante, Gastón Marano, sostuvo en aquel entonces a Página 12 que “para la nena es un espaldarazo porque le da entidad a lo que dijo y denunció”.

En septiembre de 2019, en lo que marcaba una clara curva ascendente, Lucas Mancinelli fue acusado de provocar lesiones en contexto de violencia de género. Patronato decidió apartarlo del primer equipo tras conocerse el caso. A fin de ese año, el denunciado fue Jonatan Cristaldo, por entonces en Racing y actualmente en Newell's.

Durante 2020, Sebastián Villa fue denunciado por violencia de género por Daniela Cortés en uno de los casos de mayor visibilidad. El pasado 15 de marzo se pidió la elevación a juicio oral luego de que la fiscal Verónica Pérez cerrara formalmente la etapa de instrucción.

También se registraron denuncias sobre ex jugadores. En mayo de 2020, Carlos Arano, entonces DT de inferiores en Racing, fue denunciado por María Fiorella Ippolito por agresión verbal y amenaza de muerte cuando discutían la división de bienes. La Justicia sobreseyó al ex lateral afirmando que en caso de haber sucedido lo relatado por la mujer, eso había sido producto de un conflicto provocado por la separación conyugal, “por lo que parece más un exabrupto ordinario provocado por un estado de ira...”.

En junio de 2020, Miguel Brizuela, jugador de Vélez, fue acusado por su pareja de golpearla y maltratarla psicológicamente. En diciembre del año pasado, Brizuela también quedó involucrado junto a Centurión, Juan Martín Lucero y Thiago Almada en una causa por abuso sexual en una fiesta. Brizuela y Almada terminaron imputados. En noviembre de 2020, el colombiano Johan Carbonero, delantero de Gimnasia, fue denunciado por acoso sexual y tentativa de abuso.

Aún se mantiene abierta una causa contra Cristian Pavón por un hecho que habría ocurrido en noviembre de 2019. Marisol Doyle hizo la denuncia por abuso sexual con acceso carnal a principios de 2020 y el futbolista quedó imputado en 2021. Fueron realizadas las pericias psicológicas a la denunciante y resta conocer las conclusiones de la Fiscalía de Alta Gracia.

A fines de 2019, Federico Marín y Walter Pérez, futbolistas de Huracán, fueron detenidos en Córdoba por la presunta violación de una joven de 18 años. Marín, junto a otros dos acusados, quedó en libertad en marzo de 2020. Pérez, después de nueve meses preso, quedó en libertad en septiembre del mismo año, luego de que la Cámara de Acusación de Córdoba revocara la prisión preventiva dictada por el fiscal Ricardo Mazucchi.

El último caso es el de Diego García, por presunto abuso sexual ocurrido en febrero de este año. El futbolista, cuya ficha pertenece a Estudiantes, estuvo apartado del plantel pero fue reintegrado tras un pedido de su abogado. Luego de esa decisión, que desató el enojo de las mujeres que forman parte de la vida política del club y de otros sectores, se decidió cederlo a Talleres, donde sucedió algo similar, ya que su llegada fue rechazada por gran parte de la comunidad de la institución, especialmente la comprometida con cuestiones de género. García debió someterse a una pericia psicológica en el marco de la continuidad de la investigación.

Algunos expedientes ya registran sentencias. Alexis Zárate fue condenado por violación por un hecho ocurrido en 2017. Lo mismo sucedió con Jonathan Fabbro, ex futbolista de Boca y de River. El club con mayor cantidad de jugadores involucrados fue Boca, con 6. Se observa que el promedio de edad de los denunciados ronda los 25 años.

¿Aumento de casos vinculados a futbolistas o mayor visibilización?

Julia Hang es una socióloga especializada en deporte y género. En diálogo con Doble Amarilla, responde: "No es que ha habido más casos en el último tiempo. Lo que sucede en el fútbol, y en la sociedad, es que hay una visibilización mucho mayor de las cuestiones de violencia de género. Viene sucediendo desde el #NiUnaMenos. Se ha ampliado el concepto de violencia. Hay más situaciones que se reconocen como violentas y que antes eran tomadas como normales o naturales. Por citar algunos ejemplos: el acoso callejero, los comentarios sexistas o mensajes que reproducen estereotipos de género".

"Con respecto a los casos de violencia física, lo que sucede es que las mujeres ponen en común sus experiencias y se empieza a ver que lo que parecía un problema individual  es social, cultural, estructural. En este sentido, hay muchas más denuncias y se empiezan a reconocer esas situaciones como violencia y como consecuencia se empiezan a demandar respuestas de las instituciones y de los gobernantes", argumenta.

Ante la consulta de si hay más casos en el deporte que en otros ámbitos de la sociedad, la especialista contesta: “No exactamente.  Lo que pasa con el fútbol es que tiene mucha visibilidad en la sociedad y permite ver con mucha presencia cuestiones que pasan en todos lados, pero que al ser en el fútbol se expresan de determinada manera. En los últimos años, la lucha feminista se acerca fuertemente al fútbol y socias e hinchas empiezan a reclamarle a los clubes que no lleguen jugadores violentos. Hay una lucha para que los referentes de los clubes no sean personas con antecedentes de violencia de género. Y también pasa algo muy importante: se reclaman y se implementan protocolos de acción".

"Varios especialistas que trabajan sobre la formación de jugadores encuentran que en el fútbol (particularmente el argentino) se asimila el ser futbolista con el ser hombre. Hay una idea de que el buen jugador tiene que ser macho, con todas las características que han sido asociadas al varón. La idea de proveer a toda la familia, de ser fuerte, de no llorar. Se ha asociado al fútbol a un tipo de masculinidad que aparece como un espacio donde los varones comparten códigos. Es un espacio impenetrable para las mujeres y para los "putos". El fútbol promueve un tipo de masculinidad hegemónica que tiende a reproducir estereotipos de género asociados al machismo, quizá más que en otros ámbitos donde no son tan fuertemente valoradas estas característica”, profundiza Hang.

“Según la especialista, ese machismo sigue arraigado también en las nuevas generaciones de futbolistas. "Es interesante escuchar a los jugadores jóvenes:  reconocen que quieren triunfar en el fútbol para comprarle la casa a los padres y mantener a la familia. La idea de que el hombre tiene que proveer, eso aparece fuertemente", sintetiza la socióloga marcando también un déficit en la formación intelectual del jugador y en cómo la educación del club, complementaria a la de la escuela (a la cual el futbolista en varios casos abandona) y a la de familia, no comunica y aconseja lo suficiente.

Guillermina Gordoa, directora nacional de Políticas de Género de la Secretaría de Deportes de la Nación, le subraya a Doble Amarilla que la visibilización depende de una conjunción de aspectos. "Por un lado tenemos un marco legislativo en Argentina y una agenda pública del Gobierno que se compromete, y por otro el avance del movimiento de mujeres, género y diversidad que empujó históricamente el reclamo para terminar con las violencias estructurales. Se construyeron diversas redes para poder hablar de esto y poder tipificar a la violencia como tal. Son muchas las mujeres que hablan, cuentan y testimonian lo que han pasado, y muchas se sienten más identificadas con el colectivo", explica.

Y agrega: "Lo que ocurre en el deporte es que se reproduce la estructura de desigualdades y de violencia de toda la sociedad. Quizás lo que podríamos situar es que en los ambientes más machistas y más conservadores, como el fútbol, hay una tendencia a la naturalización de determinadas prácticas que son violentas”.

Paula Ojeda, encargada del Área de Violencia de Género de Vélez, considera que "el fútbol es reflejo de la sociedad argentina, donde muere una mujer por día a manos de su pareja o ex pareja". "El futbolista no deja de ser parte de esa sociedad machista. El fútbol es machista, por supuesto, pero la violencia de género contra la mujer se da en todos los ámbitos socioculturales, desde la clase más baja hasta la más alta y en todas las profesiones", señala.

Paula Aberastegui, encargada de la Subsecretaría de Género y Diversidad de Estudiantes, remarca ante Doble Amarilla que "estas situaciones han existido siempre, pero hoy se visibilizan más, no sólo por los medios de comunicación sino por la sociedad toda.  El fútbol replica las situaciones que se viven a nivel social, como parte de un mismo entramado, pero al mismo tiempo hay algo que se profundiza ahí, que tiene que ver con las lógicas históricas de este ambiente, la lógica del aguante en la cual la violencia  aparece legitimada como parte del folclore”.

"A veces nos encontramos con que, frente a esto, se produce una reacción violenta –sobre todo en redes y desde el anonimato- que resiste a la transformación de las lógicas imperantes en el fútbol”, detalla Aberastegui, y subraya: Resisten con agresiones, burlas, hablando de los clubes como espacios que no nos pertenecen, en los que los y las feministas no nos tenemos que meter, como si los clubes no fueran también nuestros. Avanzamos un montón, pero todavía nos falta mucho para deconstruir".

Los Departamentos de Género: ¿Cómo se enfrenta el problema?

Hang sentencia que los temas ligados a la violencia de género se han tratado mal en el ambiente del fútbol. "Se tiende a proteger al jugador. Aparecen cuestiones ligadas a su contrato, que tienen que ver con dinero, con poder. Lo primero que se hace siempre es proteger al jugador, siempre se duda de la víctima. Hay un mundo de explicaciones... Se tiende a separar la vida privada del jugador del propio jugador. Los dirigentes dicen que no tienen nada que ver lo que ocurre en la casa con lo que ocurre en la cancha, cuando en realidad el movimiento de mujeres y los feminismos vienen mostrando que la violencia de género es un problema social y estructural”, remarca.

Consultada sobre si la creación de Departamentos de Género es un punto real de inicio o una acción tribunera, responde: "Se empiezan a visibilizar estas cuestiones, a aparecer en agenda, pero sigue faltando mucho. Ha habido grandes conquistas: el hecho de que esté hablando con ustedes es una conquista. El tema es qué hacemos frente a acciones violentas de nuestros jugadores o hinchas".

Hang hace hincapié en el rol de la mujer en los clubes y resalta las limitaciones que tienen los departamentos de género, sobre todo a la hora de poner reparos a la contratación de jugadores. "Tiende a suceder que muchas veces las mujeres son las encargadas de ocuparse de los departamentos de género y se las sigue excluyendo de lugares de toma de decisión. Parece como si solamente se pudieran ocupar del género y los varones de los ingresos, cuestiones del fútbol o jugadores. Las mujeres que ocupan estos espacios buscan transversalizar la perspectiva de género en todo el club, trabajan con capacitaciones, perspectivas de género, talleres de sensibilización, orientan a mujeres que se acercan con problemas por violencia de género. No necesariamente lo que pasa en los departamentos de violencia de género es compartido con dirigentes del club", enfatiza para darle contexto al déficit.

"Ahí se generan tensiones. Muchas veces aparece esta crítica cuando un club contrata a un jugador con una causa de violencia de género. Se critica al departamento de violencia de género diciendo que no hace nada, cuando en realidad visibiliza esas cuestiones, pero no tiene el poder para impedir que el jugador sea contratado o juegue. En Vélez, por ejemplo, se incorporaron cláusulas que permiten apartar a un jugador del equipo en caso de una causa de violencia de género, es algo que se va haciendo muy paulatinamente", detalla. Brizuela y Almada, por ejemplo, fueron separados cuando se los imputó por presunto abuso sexual. Luego de que la causa sufrió “modificaciones sustanciales en virtud de la incorporación de nuevas pruebas, pericias y testimonios”, ambos fueron reincorporados al plantel.

En ese sentido, Ojeda, a través de la cual Vélez se convirtió en club argentino pionero en la prevención de la violencia de género a principios de 2018, señaló que "quieran o no quieran, empezamos a tener visibilidad. Tanto jugadores como hinchas y dirigentes. Algunos aceptan más o menos, pero todos están interpelados por estas cuestiones que han llegado a la FIFA, es decir que trascendió el nivel doméstico".

"Los departamentos de género funcionan dependiendo del club y de las posibilidades que las dirigencias vayan otorgando, pero siempre lo que les recomiendo a las chicas o mujeres que trabajan por esta temática es que sigan luchando, trabajando, interpelando a la dirigencia para que se hagan cargo de que los clubes tienen una responsabilidad social”, profundiza.

¿Cómo se trabaja con los más chicos respecto a la problemática de género? “De forma transversal con todas las disciplinas deportivas e incluso con las jornadas ESI (Educación Sexual Integral) y EMI (Espacio para la Mejora Institucional) en el colegio”, indicó Ojeda. Vélez, de hecho, tuvo un reconocimiento de la Dirección de Educación Privada de la Ciudad de Buenos Aires por su trabajo en el marco de las ESI.

Al respecto, Aberastegui marca que en los clubes “hay compañeras que militan y trabajan con mucho compromiso desde los espacios de género, poniéndole el cuerpo, con más o menos apoyo institucional y posibilidades de hacer. Por eso es tan importante trabajar en red, acompañarnos y fortalecernos entre todas, desde adentro y desde afuera, a favor de lograr las transformaciones por las que luchamos y hacer de los clubes espacios igualitarios, más democráticos y libres de violencias".

Gordoa, por su parte, considera que "el mundo del fútbol está teniendo respuestas heterogéneas. Hay un movimiento muy importante de mujeres, hinchas, socias y de protagonistas que toman la voz. También se da en el caso de futbolistas varones. No sólo toman la voz, sino que también instan a cambios estructurales en las políticas deportivas de los clubes".

En cuanto a los departamentos de género, resume: "Son espacios a cuidar, potenciar y acompañar. Son los lugares donde están proponiendo e impulsando transformaciones al interior de las instituciones deportivas. Las compañeras trabajan todo el tiempo para transversalizar el enfoque de género y generar los protocolos de acción y prevención de la violencia. También para empujar el aumento de participación de las mujeres en las comisiones directivas, que es una forma de entender la política y el poder. Las miradas y las experiencias subjetivas tienen que estar reflejadas en la conducción de las instituciones deportivas.

La importancia de la Ley Micaela

Un avance fundamental se dio el 10 de enero de 2019 cuando se promulgó la Ley Micaela, que establece la capacitación obligatoria en la temática de género y violencia contra las mujeres para las personas que se desempeñen en los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial de la Nación. Poco más de un año después, en agosto de 2020, la Legislatura de la Provincia de Córdoba aprobó su aplicación en clubes y entidades deportivas. En octubre, lo mismo hizo el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires. El mes pasado, la Cámara de Senadores de Entre Ríos dio sanción definitiva al proyecto de ley. Su aplicación no es obligatoria todavía, por ejemplo, en las entidades deportivas de la Ciudad de Buenos Aires.

"Hace tiempo que los feminismos vienen pidiendo capacitación en perspectiva de género para dirigentes y entrenadores. Permite reconocer las violencias, porque si no se reconocen o se niegan, no se puede trabajar sobre ello. Aparecen los casos, se aparta al jugador y todo sigue igual. Lo que hay que hacer son cursos, talleres, sensibilizaciones y que la capacitación se traduzca en políticas efectivas de inclusión de mujeres en clubes libres de violencia", enfatiza Hang.

En la misma línea, Aberastegui marca que la aplicación de la Ley Micaela es clave para "trabajar en la prevención a partir de la sensibilización y la desnaturalización de las violencias". "Si bien desde Estudiantes ya veníamos implementando la Ley Micaela a partir de la aprobación del Protocolo de Acción para la prevención e intervención ante situaciones de violencia por motivos de género, es fundamental contar con herramientas legales para fortalecer esas políticas en todos los clubes", cuenta.

Gordoa, a su vez, califica de “muy clave" a la Ley Micaela. "Además de la formación, se generan planes de acción concretos para que la ley vaya más allá de la gestión. Como política de gobierno y desde nuestra área de Políticas de Género, que depende a su vez de la Secretaría de Deportes, conducida por Inés Arrondo, estamos trabajando con el Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad en unificar un proceso de formación de Ley Micaela para todas las instituciones deportivas. En ese trabajo estamos, armamos una propuesta a nivel país con lineamientos generales para todos. Apuntamos que llegue a las instituciones y a todos los clubes de barrio de nuestro país", concluye.

Colaboraron también en la investigación: Sol Rodríguez Garnica y Javier García