La dicotómica inversión y gasto en economía es una vieja disputa que hasta generó diversas escuelas a lo largo y ancho del mundo en la historia. En el deporte hay una máxima que indica que "la inversión en infraestructura y proyectos a largo plazo no garantiza resultados, pero la desinversión y considerar las erogaciones como gastos te condicionan a esperar arrestos individuales o excepciones". Sobre esta máxima hay que analizar los resultados de la delegación argentina en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020+1.

Desde que el deporte albiceleste tiene memoria, el deporte argentino siempre necesitó de un esfuerzo para compensar las desigualdades económicas con el primer mundo. Además, la administración de la pobreza fue siempre una constante, tanto en recursos para garantizar las condiciones mínimas de los atletas, como infraestructura y dinero para solventar competencias, giras y concentraciones fue moneda corriente para competencias globales como unos Juegos Olímpicos o un Sudamericano junior de canotaje.

La Ley N° 26.573, sancionada el 2 de diciembre de 2009 durante la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, que determinó la creación del Enard (Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo), cambió radicalmente este escenario y, durante ocho años, marcó un quiebre en este axioma que condicionó y determinó el deporte argentino.

Hablar con deportistas pre y post Enard alcanza y sobra para entender y comprender lo que generó este ente que nació para solventar algo tan básico como un sueldo de un atleta de alto rendimiento y garantizar su competitividad en proyectos a corto, mediano y largo plazo.

¿Qué sucedió entonces? En noviembre de 2017 hubo un atentado contra la autarquía del Enard y su autofinanciamiento con el 1% de la facturación de la telefonía móvil. En los recortes planteados por el entonces Ministro de Economía, Nicolás Dujovne, del Gobierno de Mauricio Macri volvió a aparecer la dicotomía que parecía desterrada y el deporte dejaba de ser una inversión para transformarse en gasto.

Con un nuevo blindaje del Fondo Monetario Internacional (FMI) estas decisiones del Gobierno Nacional dejaron al Enard -un órgano cogobernado por el Comité Olímpico Argentino y la Secretaría de Deportes de la Nación- herido de muerte y volviendo a depender de las determinaciones presupuestarias del Tesoro Nacional fue el principio del fin.

Tan cierto es esta génesis del epílogo como que el nuevo gobierno de Alberto Fernández no modificó esta estructura heredada (ya que aún, el decreto 92/2019 sigue en vigencia) y permitió que este desangre del deporte de elite argentino continuara en la recta final de la preparación para los Juegos Olímpicos de Tokio.

Es en este punto que aparece el otro elemento insoslayable de este análisis, que es la pandemia del coronavirus que allí donde había desigualdades regidas por los aspectos económicos y/o de infraestructura profundizó los mismos en una grieta que se volvió inconmensurable.

Es que en este punto vale señalar que hay tres patas en el alto rendimiento deportivo: la capacidad de los deportistas de tener sus necesidades básicas satisfechas para dedicarse a tiempo completo a su preparación en un ciclo olímpico, la infraestructura en el país para poder trabajar y entrenar en condiciones y las posibilidades de competir con los mejores y alcanzar el mejor nivel justamente en los Juegos Olímpicos.

En este último punto la pandemia hizo estragos porque Europa, luego de un cierre estricto permitió la competencia intraeuropeos de cara a la preparación de los Juegos, en un formato que se replicó en Norteamérica, los países asiáticos como el local Japón, China y Corea y los oceánicos de Australia y Nueva Zelanda.

En Argentina, en cambio, hubo una cuarentena muy larga que además restringió al máximo el roce internacional e incluso a algunos deportistas les costó no poder disputar en condiciones la clasificación a Tokio 2020+1.

De esta manera, el balance de tres medallas (la de plata de Leonas y las de bronce de los pibes del voleibol y los Pumas 7s), más los nueve diplomas olímpicos son sólo una foto de una película que tiene a los deportistas argentinos nuevamente como actores protagonistas con la épica y el orgullo como armas principales para una batalla que fue desigual.

El puesto 72º del medallero nos vuelve a poner a nivel cuantitativo y cualitativo como en Atlanta 1996 o Sydney 2000, pero alertados porque lo que viene puede ser peor. En estos Juegos Olímpicos de Tokio aparecieron voces de deportistas en reclamo, fundamentalmente en condiciones de preparación y económicas para poder representar al país.

Urge una decisión de volver a las fuentes que, en términos de políticas deportivas supone devolverle la autarquía económica y de decisiones para el Enard, ya no para encarar lo que marcaba el plan macro de 2009 por una inversión en infraestructura y escenarios para el deporte sino para restaurar al menos las condiciones que existieron entre 2010 y 2017.

Sino seguirán apareciendo los discursos de Doña Rosa que señalan y apuntan con el dedo a los deportistas en estas macrocompetencias donde el deporte queda expuesto. Este paso atrás del deporte argentino no empezó en Tokio sino cuatro años antes... pero cuidado que el camino hacia París 2024 puede ser aún peor...

Aprovechar la experiencia de los que dijeron adiós

Los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 marcaron el adiós de la actividad para muchos deportistas emblemáticos argentinos que en cualquier estructura seria a futuro deben sumarse para su deporte o para la estructura macro del Comité Olímpico, Secretaría o Enard. Luis Scola, Pedro Ibarra, Juan Manuel Vivaldi, Juan Martín 'Gato' López, Belén Succi, Noel Barrionuevo, Gonzalo Carou, Sebastián Simonet, Paula Pareto, Emmanuel Lucenti, Santiago Lange son algunos de los nombres que no pueden alejarse de la construcción de un futuro.