El mundo del fútbol siempre se caracterizó por ser un lugar de altísima exposición. Los jugadores reciben críticas permanentes, son 'blancos' de opiniones encontradas y, en el último tiempo, se sumó un actor principal: las redes sociales. En ese 'mundillo', la mayoría muestra su día a día, expone su intimidad y busca empatizar con sus seguidores.

Más allá de esto, las emociones y pensamientos que tiene cada futbolista son una incógnita. Muchas veces, no se exterioriza qué es lo que sucede por la cabeza de un jugador profesional y eso, habitualmente, es contraproducente. Según la Federación Internacional de Futbolistas Profesionales (FIFPro), el 38% de los jugadores sufre de depresión o problemas psicológicos. Especialmente los que padecieron lesiones graves, porcentaje que es mucho más bajo para la población en general: del 13 al 17%.

Este último fin de semana, el protagonista en el fútbol argentino fue Gabriel Arias, quien se convirtió en el último futbolista de una larga lista que, tras ser insultados incesantemente por la hinchada del equipo rival, reacciona y termina perdiendo los estribos. Incluso el arquero de Racing debió declarar en una comisaría por sus 'gestos obscenos'.

Por esta situación, Doble Amarilla habló con Pablo Sucarrat, psicólogo deportivo, para conocer desde un costado profesional por qué suceden estos hechos y la valoración que tiene hoy en día esta rama en el fútbol.

"Creo que la psicología deportiva aún se está valorando. Y es un proceso. Los beneficios de trabajar con la psicología deportiva son múltiples. Creo que hay todavía mucho desconocimiento simplemente. Pero cada vez más clubes y deportistas la adoptan cómo forma de trabajo", y agrega, ante lo que ocurre prácticamente todos los fines de semana: "Creo que siempre hubo cruces o diálogos. Algunos quedan registrados otros no. Pero es un ida y vuelta que a veces se llega a una falta de respeto. Y es ahí donde no está bueno, para ninguna de las partes".

Históricamente se habla del rol del hincha y la posibilidad constante de insultar en cualquier circunstancia a cualquier futbolista o profesional, y es ahí donde Surracat amplía su pensamiento y lo lleva a un ámbito más cultural, arraigado en el argentino: "El hincha tiene derecho de ir alentar a su equipo. Agredir o insultar a un jugador rival no es correcto. No está bien. Es la cultura que debe volver a ser educado en el deporte. Es posible y hay que apoyar a la posible convivencia deportiva".

Por último, es elocuente al explicar por qué sucede de forma cada vez más constante y hasta naturalizada estas situaciones: "El ser humano cuando se siente agredido tiende a defenderse. El problema es la agresión. Y la violencia como una manifestación de una conducta en el fútbol".

Está claro que estos episodios se repiten constantemente y no será fácil desarraigarlos de nuestra sociedad. Lo que si debemos hacer, desde el rol que cada uno le toca, es contribuir para que, poco a poco, vayan desapareciendo. Y sobre todo, repudiar el accionar de esos violentos que sólo pretenden utilizar a un estadio de fútbol como un lugar donde se exterioricen emociones negativas.