Rafael Crocinelli fue un futbolista que el sistema lo desbordó. Pese a los sacrificios, esperanzas y sueños, terminaron siendo más fuertes las presiones, las exigencias y la falta de motivación para sostener su carrera en la cuerda tirante del profesionalismo.

Con formación en Sarmiento de Junín y paso en el Everton de La Plata, el ex jugador colgó los botines y eligió dedicarse a la comunicación. Recibido en la Universidad Nacional de La Plata como comunicador social, escribió un libro titulado "Cuerpos que (no) importan", donde relata experiencias de su paso por el deporte más popular del país.

En ese escrito, entrevistó a una veintena de futbolistas profesionales, amateurs y entrenadores. Y, la gran mayoría, coincide en que el "sistema" está siendo cada vez más difícil en el mundo globalizado de hoy. En diálogo con Doble Amarilla, contó qué lo inspiró a escribir y cuáles fueron sus peores momentos en el mundillo del fútbol: "Lo que busco es visibilizar todo esto y tratar de que se comience a implementar una formación integral el jugador, para que el día de mañana, el jugador sepa que hacer, y que la pelota no se termine comiendo vidas".

DOBLE AMARILLA: ¿Qué te llevó a escribir este libro?

RAFAEL CROCINELLI: El libro es la materialización de mi transición de futbolista a investigador/comunicador. Lo que hago es relatar un montón de experiencias que vivencié y que me parecían normales en mi época de adolescente-hombrecito. Pero una vez que me alejé del deporte y me adentré en materia de género, me di cuenta que habían cosas que no eran tan naturales. Lo que trato de hacer es visibilizar esa mochila de presiones que tienen los chicos y los adultos. Por un lado, el relato de la masculinidad y las presiones del fútbol profesional, que no son pocas y sumergen al futbolista en una burbuja. Y además, lo que quiero con esto es tratar de que se comience a implementar una formación integral del jugador, para que el día de mañana sepa qué hacer y que la pelota no se termine comiendo vidas, como los últimos casos de suicidios que se dieron a conocer en Argentina y Uruguay, entre otros.

DA: ¿Por qué decidiste dejar el fútbol?

RC: Fue el cansancio de muchos años de inversión física, de entrega y donde se deja en segundo plano un montón de prioridades por la causa del club. Empecé a darme cuenta de que es una locura a veces lo que se vive. Una que se me ocurre, por ejemplo, es que uno estando en un club amateur, elige pasar el cumpleaños solo y lejos de la familia. Siento que lo di todo y dejé todo por el fútbol. Tomé y me inyecté suplementos para rendir no al 100%, sino al 120%, porque nunca alcanza. También me harté de ciertos manejos por el tema de representantes y lo difícil de poder instalarse. Incluso hasta han llegado a hacerme no querer el fútbol. Todavía lo sigo trabajando psicológicamente, pero a veces juego partidos por diversión y no la termino pasando bien. Llegué a estar un año sin tocar una pelota mientras escribía el libro. El fútbol que a mí me gusta va por otro lado.

DA: ¿Qué significa el fútbol en la vida de un juvenil? ¿Cuánto hay de mérito y cuánto de suerte?

RC: Los jugadores pasan sus días en dos espacios e instituciones sociales: el colegio y el club. Es muy importante esto porque son dos lugares de formación. Pasas la mañana en el colegio, salís, almorzas y de ahí vas al club. Yo tenía doble turno en Sarmiento y estaba de 15 a 20. Llegaba a casa, comía, hacía la tarea y a dormir. Así de lunes a viernes. Y ni hablar cuando había competencia y te tocaba viajar a otra provincia como Santa Fe o San Juan en colectivo. El lugar que le queda a la familia es poco y se pierde mucho el costado social. Tuve la suerte de que mi familia me haya promovido tener un plan B en la vida. En un momento había comprado ese discurso perverso de que “si vos te esforzás, vas a llegar”, depositando en el futbolista toda la responsabilidad. Hay muchos casos de pibes que dieron todo y no terminaron recibiendo esa prosperidad que se promete. Y después tenemos que transitar una reinserción social, porque el club deja de ser tu casa.

DA: ¿La pasaste mal?

RC: Hubo muchos llantos, noches de insomnio pensando en las cosas que yo mismo hacía. En el libro pienso lo que hacía como jugador sobre hechos que me parecían normales para permanecer al colectivo. La depilación, los tatuajes en los brazos o en las piernas, el corte degradé, la vestimenta con los chupines y la remera ajustada, los piercings, aritos… es un prototipo que pertenece al futbolista. Esa cultura también de que de pronto la mujer se convierte en una "conquista" en el vestuario. Yo al vestuario lo veo como escenario político. Hay cosas que se viven que son insólitas, como que si llorás sos catalogado como un maricón o una “minita”. A los chicos que entrevisté les pasó lo mismo. Cuando a mí me iban a dar a préstamo, para tener continuidad en otro equipo y ver si firmaba contrato, yo esperé a irme del club para largarme a llorar en la calle, con el fin de no mostrar dolor ante lo que me estaban haciendo.

DA: ¿Este libro fue una forma de desahogarse de todo lo anterior?

RC: El libro cambió mi vida y lo que busco es aunque sea cambiar un poco la perspectiva del fútbol. Al menos con los futbolistas, con muchos que converso les digo que traten de calmarse y también ver otras opciones en la vida. Hay chicos que hasta se pierden la posibilidad de un viaje de egresados por una expectativa de ver si le van a ofrecer un contrato para quedarse.

DA: Hay toda una expectativa puesta de parte de los clubes hacia las áreas formativas. De alguna forma, suele ser el motor de la economía de ellos…

RC: En el fútbol hay muchos ritos de iniciación naturalizados como la firma del contrato, donde dicen que los pibes pasan de ser juveniles para ser “adultos”. Esto por ejemplo era algo muy cultural de los Hooligans (así se los denomina a los barras de los clubes de Inglaterra), que los adolescentes eran “hombres” cuando iban a los pubs a tomar alcohol. También está el caso de Boca, por ejemplo, donde la gente alardea y se siente representada por los pibes que tuvieron que jugar para el club en un momento adverso. Así como también hay mensajes de incentivar al sacrificio, el infiltrarse y el dolor, también hay mensajes como los de Matías Almeyda, que pasó hambre y frío en la pensión de River. Casos similares como Juan Cruz Komar, el Monito Vargas y Sebastián Domínguez, que hablaron de las presiones del fútbol. Pero veo que es un mandato de la masculinidad que opera una forma de ser hombre.

"Cuerpos que (no) importan", el libro que escribió Rafael Crocinelli y que prologó Paula Ojeda, a cargo del Departamento de Género de Vélez
"Cuerpos que (no) importan", el libro que escribió Rafael Crocinelli y que prologó Paula Ojeda, a cargo del Departamento de Género de Vélez

DA: ¿Qué te generaron los incidentes de Boca en Brasil? Jugadores, dirigentes y empleados yéndose a las trompadas. No debe ser el mensaje ideal para un juvenil, imagino…

RC: En eso la televisión tiene un poder fundamental. Más allá de que fue una injusticia, que a mí me pareció una eliminación incorrecta, no es la forma de reaccionar, porque muchas veces los jugadores no se dan cuenta del poder y la incidencia política que tienen a través de los medios. Hay un montón de chicos y padres que vieron esa pelea con la policía y que terminan alardeando de eso. Son mensajes que se incorporan para el día de mañana, y los pibes van a reaccionar con violencia después.

DA: ¿Y del caso del arquero de River que tuvo que debutar en un Superclásico? Hoy vuelve a estar en la Reserva y parece que ya nadie se acuerda de él…

RC: El otro día me di cuenta de algo sobre el arquero de River. En la foto que se saca con los jugadores, él se encuentra entre Enzo Pérez y (Jonatan) Maidana, y eso sin dudas es una decisión política del posicionamiento del equipo. Los arqueros, que suelen ir arriba en la foto, van a un costado. Y evidentemente alguien detectó que lo mejor era ponerlo en el medio de dos experimentados para que se sienta acompañado y respaldado frente a un momento importante. Pero es una forma de operar en la mente de los futbolistas. Hace poco quise entrevistar a uno de los chicos de los clubes más importantes de Argentina y desde prensa me respondieron que no podían hablar porque tienen un “bozal legal”. Y yo me pregunto, ¿por qué no les damos las herramientas a los chicos para que puedan tener la independencia de acceder a una nota y decir lo que quieran decir?

DA: ¿Cómo ves al deporte argentino en materia de género?

RC: Hay que resaltar que Argentina es un país pionero. Si bien en Francia e Inglaterra son vanguardistas, nosotros venimos desarrollando un gran trabajo a nivel nacional y nos ubican internacionalmente como uno de los países de mayor evolución. He conversado con gente de Europa sobre la trama del libro, donde también toco temas de homosexualidad, y me dijeron que ahí no podría hablar “ni loco de eso”, porque allá no hay espacios de género para poder conversar estos temas.

DA: ¿Qué rol ocupan los departamentos de género en estos avances?

RC: Las áreas de género son los principales espacios, junto al fútbol femenino, de llevar estos cambios  para tener un fútbol mejor y más sano. El fútbol femenino también se siente interpelado con estos temas. Hace poco tuve la suerte de ver en la facultad de Derecho a chicas y chicos de cinco años jugando un fútbol mixto. La verdad me generó mucha alegría, porque eso no hubiese sido normal en mis tiempos. Y veo que como sociedad vamos a eso, donde incluso estaban las familias afuera mirando y tomando mate. Es un fútbol libre de violencia y más sano. Competir no está mal, porque enseña y es parte del aprendizaje, pero no completa el costado humano.

DA: ¿Cuál es el fútbol del futuro que te gustaría tener?

RC: Lo que me gustaría es que se empiece a trabajar del lado B de los futbolistas. Yo tuve la suerte de tener una familia que me respaldó, pero hay otros chicos que viven en la soledad y no tienen posibilidad de charlar con su familia. Y si quedan afuera del fútbol, quedan en el limbo sin una alternativa.