Boca y River llegan a este Superclásico con realidades totalmente diferentes. Es tan válido decir que el equipo de Martín Demichelis es el mejor del fútbol argentino como que los dirigidos por Jorge Almirón llegan igual o más entonados que su adversario tras una remontada a fuerza de resultados y niveles individuales que vuelven a tener la “flechita” para arriba.

La “Michoneta” desfila en el campeonato local. Es el líder indiscutido con 34 unidades y le saca seis puntos de ventaja a San Lorenzo, su principal competidor en estos momentos. Las únicas derrotas fueron ante Belgrano de visitante y, sorpresivamente, contra el anteúltimo Arsenal de local. Este último partido fue el “click” que hizo Demichelis para modificar estructuras y armar un equipo que, además de buen despliegue ofensivo, se muestre confiable a la hora de defender. Todo lo que vino después fue positivo: ganó todos los partidos, salvo el de la última fecha en el que empató ante Atlético Tucumán con un equipo absolutamente alternativo.

Del otro lado está el “Xeneize”. El equipo de La Boca arrancó una temporada realmente para el olvido. Perdió tres partidos seguidos en su estadio, algo que no pasaba desde la década del 70. A eso se le sumaba que las derrotas eran merecidas. Hugo Ibarra, campeón en la edición pasada, nunca logró encontrarle la vuelta al equipo y era superado en el plano local. Su salida implicó un breve interinato de Mariano Herrón para luego dar con la llegada de Jorge Almirón. Para algunos tiene el alias de “restaurador”. Luego de una seguidilla de tres derrotas, el DT empezó a encontrarle la vuelta al equipo y viene de ganar dos partidos seguidos: ante Racing en La Bombonera por el campeonato y ante Colo Colo en condición de visitante por Copa Libertadores.

Lo que era una ventaja de River sobre Boca en la previa del Superclásico, hoy pareciera ser un diagnóstico en el que ambos llegan con las mismas chances. El “Millonario” desmejoró en dos partidos y el “Xeneize” repuntó en la misma cantidad de duelos. A continuación, un análisis de cuáles son las fortalezas y debilidades de cada equipo.

El River de Demichelis, tan punzante como descompensado

Si hay algo que caracterizó a Demichelis en este corto plazo al mando del plantel millonario es su versatilidad para encontrar soluciones y escaparle al fundamentalismo. Con el libreto de la escuela europea, dio los primeros pasos apostando por la polifuncionalidad y el juego de posición. Hasta el partido con Arsenal, que marcó un antes y un después, su equipo salía con Enzo Pérez como único volante central y con muchos volantes de corte ofensivo. Es más, por momentos apostó por el 4-3-3 con Paradela, Pérez y Nacho Fernández como volantes y Solari, Beltrán y Rondrón desde el arranque.

El contexto lo llevó a tener que tomar decisiones lógicas para arropar a futbolistas que quedaban expuestos ante los ojos del futbolero promedio. El exvolante de Estudiantes de La Plata exclamaba la necesidad de tener un relevo a su lado para distribuir responsabilidades en el disco central. Y allí apareció Rodrigo Aliendro, la rueda de auxilio que entró para no salir nunca más del equipo. También se hizo un cambio fundamental: dejó de utilizar a Enzo Díaz en línea de tres y le entregó el carril izquierdo, ubicando a Milton Casco como lateral derecho y asentando como centrales a Leandro González Pírez junto con Emanuel Mammana o Paulo Díaz.

Rodrigo Aliendro, el motor silencioso de River
Rodrigo Aliendro, el motor silencioso de River

“Quiero que River sea una máquina”, se le escuchó decir en varias conferencias de prensa a Demichelis. En algún momento se malentendió el concepto de “máquina” con el de aquella delantera mítica compuesta por Juan Carlos Muñoz, Adolfo Pedernera, José Manuel Moreno, Ángel Labruna y Félix Loustau. Ese famoso “River de los delanteros” (formaba 2-3-5) hoy se traduce en el “River de los volantes” con la base de Nacho Fernández, Pérez, Aliendro, Nicolás De la Cruz y Esequiel Barco, salvo excepciones.

Todo ese entusiasmo de los de Núñez entró en un impasse luego de una muy dolorosa derrota en Brasil. La goleada ante Fluminense fue una señal de alerta y se repite un mismo patrón: River ataca como nunca y defiende como puede, sin punto medio. Y cuando a esa descompensación se le suman atenuantes -la previsible expulsión de González Pírez-, el cóctel puede ser explosivo.

De acuerdo a la información previa al partido, la intención de Demichelis es revalidar el crédito para los futbolistas que sufrieron el mazazo en el Maracaná. Habrá un cambio con respecto a ese partido y será la vuelta de Enzo Díaz, ya que no jugó por Copa tras la expulsión ante Sporting Cristal. Saldrá del equipo Marcelo Herrera, Díaz irá por izquierda y Casco ocupará el lateral derecho. Se ratifica González Pírez y la duda, por estas horas, es si juega Mammana o Paulo Díaz. Ambos están tocados desde lo físico, pero uno de ellos irá desde el arranque.

Un Superclásico de ajedrez: la "máquina" de Demichelis contra los "chiches" de Almirón

La principal virtud de River es la voracidad para atacar y los fundamentos para ejecutar esa postura. Junto con Defensa y Justicia y Argentinos Juniors, es el equipo que no se muestra predecible a los ojos del rival. Los volantes no son estáticos, fluyen. Nacho Fernández arranca jugando sobre el carril del ocho -sic sic Jorge D'Alessandro-, pero termina entrando al área como segunda punta; Barco está lejos de ser aquel extremo que era con Marcelo Gallardo y De La Cruz logra un mix exquisito entre distribución y agresividad para el ataque. Lucas Beltrán se destaca jugando solo y con un nueve al lado. Con aires arácnidos made in Calchín, presiona como una bestia la salida rival y se mueve por todo el frente de ataque.

El defecto, claro está, es a la hora de retroceder. Quedó demostrado que el River de Demichelis no muestra garantías defensivas. Sin pelota, es un equipo al que le cuesta agruparse y ese síntoma se agrava cuando sufre un contragolpe adversario, en especial a las espaldas de Enzo Díaz y Casco, más virtuosos para atacar.

River no sólo se enfrenta a sí mismo, sino que también tiene del otro lado un equipo en alza. También es válido decir que, salvo con Arsenal, la “Demichoneta” ganó todos los partidos disputados hasta ahora en el estadio Monumental. Pasto a 21 centímetros, más de 83.000 mil personas y todo un clima que se sirve de combustible para recargar las pilas perdidas en Brasil. El “Millonario” puede volver a las fuentes o ahogarse en el lamento del pasado.

El Boca de Almirón y una remake de “si quieren chiches, vayan a la juguetería”

El ADN del hincha xeneize tiene una fibra especial. Es un fanático que no le pide demasiado a sus futbolistas. Basta con ganar los partidos y bajar por las escaleras de La Bombonera echando una sonrisa cómplice. “Esto es Boca”, dice el 99% de ellos cuando abandona el estadio. Una frase que no dice nada y al mismo tiempo significa todo. En Boca, Boca. Y en La Bombonera, ganar.

Esa lógica apareció en el ciclo Ibarra y luego se fue desvaneciendo en el comienzo de la temporada. Y cuando no hay resultados y tampoco funcionamiento que te respalde, la salida de Brandsen está a la vuelta de la esquina. Jorge Almirón agarró ese fierro caliente: un Boca sin triunfos, sin estilo y, sobretodo, sin identidad. Jugadores cuestionados y una Bombonera que gritó contra ellos al grito de “a ver si ponen huevos”.

El exDT de Lanús llegaba bajo sospecha. Sus últimos pasos por el fútbol argentino no habían sido buenos y la experiencia granate quedaba en el tiempo. Y con un agregado: su perfil estuvo vinculado al “lirismo”, algo que no es del todo bien visto en Boca. En un sentido relativo, claro, porque en Boca también dirigió un conceptualista y romántico como Alfio Basile. ¿Qué lo sostuvo al “Coco”? Que su Boca lo ganó prácticamente todo.

Almirón entendió esa lógica del pragmatismo a la perfección. "Si quieren chiches, vayan a la juguetería", decía el ‘Toto’ Lorenzo, uno de los entrenadores más importantes de la historia de Boca y campeón de la Copa Libertadores. Y agregaba: “A todos nos gustan los fideos con tuco, pero si no hay salsa hay que comerlos con ajo o solos y listo. Eso es Boca”.

Los inicios del Boca de Almirón tienen algo de esta filosofía, aún cuando va contra la lógica de lo que anhela el propio el entrenador. Se tomó tan en serio ese papel que hoy se lo ve alejado de la camisa y la ropa elegante para ponerse la ropa deportiva y mostrarse como un igual ante los futbolistas. De hecho, una persona que forma parte de su círculo íntimo asegura que la buena pilcha aparecerá recién cuando Boca juegue a lo que él quiere.

Un Superclásico de ajedrez: la "máquina" de Demichelis contra los "chiches" de Almirón

Mientras tanto, a falta de buen gusto, soluciones. Y Almirón dio en la tecla con dos modificaciones: la inclusión de Luis Advíncula como volante y la promoción del juvenil y talentoso Valentín Barco, un número 10 que sólo Dios sabe porqué no juega en esa posición. Y a esa inclusión de Advíncula se le suma la consolidación de Marcelo Weigandt como lateral/central derecho.

El equipo boquense, a diferencia del resto de los partidos, ya no ejerce la posesión de la pelota, sino que domina sin ella. Las estadísticas de cada partido previo a Almirón marcaban que Boca tenía la posesión en un promedio del 65%, pero lejano en cuanto tiros al arco y situaciones clara de gol. Los últimos dos partidos con Racing y Colo Colo marcaron lo contrario: con la “Academia” la tuvo menos del 40% y con el conjunto trasandino por debajo del 45%. Ambos partidos los ganó.

¿Significa que la posesión de la pelota es innecesaria para ganar partidos? No, pero evidentemente es lo que hoy Boca necesita. Orden y productividad por encima de la fluidez. Y si bien es cierto que Boca pierde en características de tenencia con Advíncula y Weigandt en cancha, también es válido decir que lo compensa con Barco jugando más adelantado y generando opciones de pase con sus compañeros.

Las otras virtudes de la “Almironeta” pasa por la recuperación de algunos niveles individuales. Nicolás Figal vuelve a mostrarse confiable y “Pol” Fernández recupera lo que alguna vez fue: un volante con una dinámica que pocos tienen en el fútbol argentino. Y a esto también se suman otros niveles aceptables como el de Sergio Romero -figura ante Colo Colo- y Martín Payero, quien no podrá estar en el Superclásico. Para ese puesto, el DT tendrá que elegir entre Equi Fernández, Cristian Medina u Óscar Romero.

Conclusión

River llega tan puntero como golpeado y Boca llega tan de punto como confiado por su remontada futbolística. El contexto los pone en igualdad de condiciones de cara al Superclásico. El “Millonario” en su cancha, donde ganó prácticamente todos los partidos del torneo; el “Xeneize” juega en tierras lejanas con la ventaja de que podrá profundizar su juego: ordenado atrás y jugando con la desesperación del adversario. El clima se presta para que vivamos un gran partido. Que así sea.