La renovación de contrato a Leonardo Ponzio hasta el 30 de junio de 2019 sobrevoló la escena riverplatense como una noticia puntual, referida a un futbolista muy querido. No se la enfocó dentro de una mirada integral. No se la vinculó a un patrón de la gestión de Rodolfo D’Onofrio, Matías Patanián y Jorge Brito respecto a incorporaciones, renovaciones, venta de jugadores e incidencia, uso y desarrollo de las divisiones inferiores. Se la alejó de un contexto, de un todo, y el contexto es insoslayable a la hora del análisis. El contexto representa el camino y en el caso de River es una ruta que en varios de sus tramos contradice discurso y acción, que tiene baches pronunciados, sin que eso elimine las virtudes del vigente presidente del club.

Es imposible ignorar la recuperación financiera y deportiva que exhibió el 'Millo' desde la asunción de D'Onofrio, así como el crecimiento logrado, pero también entra en el territorio de la necedad no advertir conductas que se potenciaron en los últimos dos años y que ponen al club en una situación que es al menos para prestarle atención.

River se enredó en una cortina de paranoia, que por ahora no lo asfixia, y se refugia en sus referentes cual deidades, como si no existieran errores y perdiera solo porque alguien pretende perjudicarlo. Sin embargo, hay un contexto que va más allá de los cruces entre medios, representantes de clubes rivales, dirigentes y entrenador, esos que oscilan desde la “crisis” que no es tal y que se infla por la ley del "minuto a minuto" hasta la repetición constante del latiguillo “mantener la guardia alta”, como si fuera tangible e irrefutable una campaña en contra. Eso es chiquitaje.

Ponzio, más allá de irregularidades en su rendimiento reciente, se ganó la extensión por ascendencia  y nivel durante gran parte de 2017, pero el error es separar la foto de un emblema del cuadro grupal. Aplicar una mirada puntual y no integral. River, silenciosa pero aceleradamente, se recostó sobre una columna con un elevadísimo promedio de edad para la lógica futbolera de elite, con pocos activos seductores para la venta, con un enorme gasto en incorporaciones y con ínfimo aporte de las inferiores. En síntesis, se sometió más de la cuenta a la ley del resultado a corto plazo.

River se zambulló con desesperación en el modo “ganar ya”, especialmente desde junio de 2017, cuando se jugó un pleno a obtener la Copa Libertadores. Por jerarquía, está en condiciones de conseguir su mayor anhelo durante 2018, claro está, pero agrandará el margen de error si no lo logra. No resquebrajará solamente una ilusión. Habrá esquirlas. Y hay argumentos.

La llegada de nuevos captadores, la réplica continua en medios de comunicación de parte del presidente sobre la necesidad de darle un impulso al fútbol juvenil e infantil y cómo se vincula esa tarea con la renovación de Marcelo Gallardo ancla en cuatro años previos de desperdicio ¿Dónde estuvo el proyecto sobre juveniles e infantiles durante el primer mandato? ¿No hubo diagnóstico previo? ¿Recién ahora se aplicará el remedio? No estamos hablando de meses. Fueron cuatro años. Las declaraciones desnudan eso, porque valores de inferiores que ya estaban en el club durante la desastrosa gestión de Daniel Passarella le redituaron deportiva y económicamente a la administración actual y porque durante su primera campaña D'Onofrio hablaba de un plan para dotar al plantel de mayoría de jugadores de inferiores hacia el final de su mandato inicial.

D’Onofrio está hablando de su propia herencia. No estamos refiriendo a una nueva gestión, sino a una continuidad. Por ende, si existe tal vacío en un ámbito tan sensible y en el primer período no se solucionó, o no se alivió ese lastre considerablemente, se trata de un error importante. El tiempo de por sí lo fue.

Si tomamos como parámetro el final del contrato de Ponzio, River tendrá para junio de 2019 -mitad de temporada continental y nacional de acuerdo al nuevo esquema que se adoptará para los torneos domésticos- obligaciones contractuales con 14 jugadores mayores de 30 años. Sí, 14. Un disparate. Prácticamente la mitad de un plantel. Y dentro de ese contexto se debe subrayar que más del 50% tendrá 33 años o más. Y se le debe agregar que la mayoría de los convenios seguirán en vigencia en 2020.

Franco Armani estará camino a cumplir 33 años para ese junio de 2019 que se toma como referencia. Germán Lux tendrá 37 años cumplidos. Enrique Bologna también tendrá 37 años. Su contrato expira en 2018, pero tanto club como jugador tienen la opción de prorrogarlo.

Entre los defensores, Jonatan Maidana llegará con 34 años. Javier Pinola tendrá 36 años cumplidos. Luciano Lollo, de poquísima actividad desde su incorporación, tendrá 32. Milton Casco llegará con 31.

En el mediocampo, River mantiene compromisos con Ponzio, que irá camino a los 38 años para cuando cumpla su contrato (D’Onofrio planteó el mismo día de la renovación que ya piensa en extenderlo hasta 2020). Enzo Pérez ya habrá cumplido 33, al igual que Ariel Rojas.

Entre los delanteros, Ignacio Scocco tendrá 34, Lucas Pratto 31, Rodrigo Mora 31 y Marcelo Larrondo, otro de ínfima participación desde su arribo, tendrá 30.

Al inconveniente de la edad se le debe sumar la bajísima participación de jugadores de inferiores en el plantel profesional, acción que permite maximizar la ganancia ante una venta. A la pretemporada realizada en Estados Unidos solamente viajó Benjamín Rollheiser. No hubo más promovidos. En el grupo de elite, de los que subieron con Gallardo como entrenador, están Montiel, Martínez Quarta y Exequiel Palacios. Contando a Rolheiser, son apenas 4 de 29, un bajísimo 13,79%.

Si vamos al equipo titular, y atendiendo que el lugar de Montiel está relacionado a la lesión de Moreira, el porcentaje de inferiores sobre contexto es de apenas el 9%. El único entre los iniciales es Martínez Quarta.

Sin embargo, River ha disfrutado de valores de la cantera durante el ciclo Gallardo, y si bien la mayoría de ellos no fueron titulares fijos, sí le retribuyeron económicamente al club, aunque su proceso formativo se vincule mayoritariamente con el ciclo anterior. Es más, casi el 90% de las ventas se asocian con productos de la casa que ya estaban: Driussi, Mammana, Pezzella, Ramiro Funes Mori, Kranevitter, Álvarez Balanta y otros que partieron luego de un  préstamo como Víctor Cabrera o Tomás Martínez, por citar a algunos. Quizás los casos más emblemáticos estén representados por Gio Simeone y Guido Rodríguez.

Gio, luego de pasar exitosamente por Banfield y quedar relegado en una nueva pretemporada en River, incluso para ir al banco, llegó al fútbol italiano y repitió el nivel del “Taladro” en el Genoa, lo que valió una transferencia a Fiorentina, donde también está rindiendo muy bien. River no lo esperó y apostó a Larrondo, que ya arrastraba lesiones y a Carlos Auzqui. Simeone nunca jugó 10 partidos como titular en River, que gastó para relevos en esa zona del campo casi USD 7 millones y no intentó potenciar a alguien del club que hoy cotiza a no menos de USD 16 millones en el mercado europeo.

Guido Rodríguez incluso fue citado por Sampaoli. Llegó a la Selección Argentina. La rompió en Defensa y Justicia y fue considerado el mejor volante central del fútbol mexicano. América lo pagó casi USD 10 millones. Nunca recibió la chance de jugar cinco partidos seguidos en River e incluso en algunos lo hizo como marcador central. En los últimos años, el club buscó la alternativa a Ponzio en Domingo, Arzura, Rossi y ahora en Bruno Zuculini, desembolsando entre los cuatro casi USD 11 millones.

En los últimos días, River le vendió a Talleres el 65% del pase del lateral izquierdo Facundo Medina, quien durante 2017 integró la Selección Argentina sub 20, escenario donde el “Millo” dominaba y hoy apenas aporta. Medina no llegó a debutar en Primera División, al igual que los delanteros Valentino Cernaz y Gianluca Simeone, quienes se marcharon a buscar suerte al fútbol italiano.

River gastó casi USD 40 millones de dólares en los últimos dos mercados de pases. Y deberá realizar un gran segundo tramo de Superliga para clasificarse a la Copa Libertadores 2019, la cual disputaría con esa sorprendente cantidad de jugadores mayores de 30 años bajo contrato. Deberá hacerlo si no quiere quedar obligado a ganar la actual edición de la máxima cita continental o de la Copa Argentina. Si no se clasifica, impactará directamente sobre varias áreas del club. El fuerte éxito deportivo de los primeros años de la gestión le permitió a River compensar muchas apuestas que no resultaron: Arturo Mina, Nicolás Bertolo, Tabaré Viudez, entre otros. O apostar a regresos fuera de tiempo y forma como los de "Lucho" González, Saviola o Aimar. Maquilló su acné.

River tampoco tiene un menú demasiado amplio a la hora de tentar a clubes europeos para compensar monetariamente una racha negativa. Esa lista la encabezan Gonzalo “Pity” Martínez y Lucas Martínez Quarta. El ex Huracán cumplirá 25 años en junio. Está en fecha límite de acuerdo a los parámetros y River no podrá retenerlo mucho tiempo más. Montiel aún no tiene status a nivel internacional y los otros recursos jóvenes del plantel son Marcelo Saracchi, que apenas está jugando sus primeros partidos como titular y cuya venta inmediata supondría un desperdicio, Nicolás de la Cruz, por quien River hizo una notable erogación por menos de la mitad de su pase, y el colombiano Rafael Santos Borré, por quien invirtió más de USD 3 millones en la mitad de la ficha y se comprometió a pagar otro tanto si no lo vende en un plazo cercano.

Por ende, los caminos tomados, por contextos específicos, lucen como parches. No implican que River dejará de ganar, pero le modifican notablemente el escenario si no lo consigue. Hace dos años entró en una espiral que lo llevó a una situación en la cual que se impone que preste atención: una campaña local por debajo del 40% de efectividad cuando Lanús fue campeón en la final ante San Lorenzo y la actual, también por debajo del 40%, y la ausencia de títulos de largo aliento (Libertadores o liga local). El discurso no fue armonioso con las acciones: River se sometió más de la cuenta a la ley del resultado a corto plazo.