1976: La final que quedó para Boca y el "gol fantasma" de Suñé
Es una historia que lleva 110 años de plena vigencia la que reune a "Xeneizes" y "Millonarios". El duelo entre Boca y River tiene una historia riquísima y que bien merece ser contada. En Doble Amarilla repasamos los episodios más impactantes del clásico argentino.
El 22 de diciembre de 1976 cuentan las crónicas de la época que fue un día caluroso y soleado. Y también una jornada en la que una multitud, que se calculó en más de 70.000 personas, marchó desde temprano para la cancha de Racing dispuesta a ver un Superclásico especial.
Ese encuentro definía un campeonato que podía ser el doblete de ese año para el equipo que dirigía Juan Carlos Lorenzo, que ya había festejado el título en el Metropolitano.
Ambos equipos se habían quedado con sus grupos de aquel torneo. Boca le había ganado un desempate a Quilmes para quedar como líder de la zona A, mientras que River resultó primero en el grupo B.
Boca avanzó a semifinales tras derrotar por 2 a 1 a Banfield, también en el Cilindro de Avellaneda, y el club de Núñez derrotó con el mismo marcador a Quilmes. Para llegar a la final, el equipo del Toto Lorenzo dio cuenta de Huracán por 1-0 (igual marcador que en un partido definitorio del Metropolitano) y los dirigidos por Ángel Labruna vencieron por 1-0 a Talleres de Córdoba.
"Trabado, tenso y con el respeto lógico que dos rivales de esa envergadura se podían tener. Así arrancó el partido a las 9 de la noche, hasta que River (bicampeón 1975) llegó a través de Juan José López, quien le pegó de lejos cuando vio a Hugo Gatti adelantado. El Loco voló y tocó apenas la pelota para mandarla al córner, en medio de la ovación de sus hinchas. Pedro González, Luque y Pinino Más también arrimaron peligro, pero nada parecía romper el cero", relató El Gráfico sobre lo que fue el desarrollo de una final jugada con uñas y dientes. La primera, y única durante años, que envolvió a la historia del “Superclásico”
“Boca tenía dos alfiles para llegar con pelotazos en diagonal, el Heber Mastrángelo y el Rengo Felman, mientras el Toti Veglio trataba de crear con la pelota sobre el piso, con un gran despliegue de Jorge Ribolzi, que también aportaba juego. Pero el empate no se modificaba”, hasta que llegó el momento clave.
A los 27 minutos del segundo tiempo, le cometieron una infracción a Veglio cerca del área, y en ese momento se cumplió lo que Arturo Ithurralde había avisado en los vestuarios sobre nuevas (en ese momento) instrucciones de la FIFA, tal cual lo recuerda el propio Rubén Suñé años despues: “Antes de empezar el partido el árbitro nos dijo a los capitanes (Roberto Perfumo llevaba la cinta en River) que no era necesario tocar el silbato para patear un tiro libre. Que si había la distancia correspondiente, se podía tirar”.
Ubaldo Matildo Fillol acomodaba la barrera y sus compañeros pecaban de ingenuidad, ya que ningún jugador de River se paró delante de la pelota. Entonces Suñé empujó a Roberto Mouzo, quien se preparaba para patear, y sacó un remate alto que pasó la barrera y bajó para sacudir la red a media altura, ante la mirada atónita del gran arquero que sería campeón en el Mundial '78.
"Nunca, jamás, vi tanta gente en una cancha", recuerda el Ruso Ribolzi, un pilar de aquel exitoso ciclo. El resultado se mantendría inalterable gracias al “gol fantasma” (porque no había registro audiovisual del mismo hasta 2019) del “Chapa” Suñé. hubo fiesta por el bicampeonato en la bandeja alta del estadio Presidente Perón, que por supuesto en ese 1976 (plena dictadura militar) tenía su nombre prohibido. Si bien se vendieron 69.009 entradas, no son pocos los que mencioan que había mucha más gente en aquella jornada del Cilindro en el que Boca le ganó la final a River.