Diego Armando Maradona cumple 61 años y el mundo lo recuerda. Son casi 365 días de su ausencia física y el fútbol lo sigue viviendo como un mazazo. Lo lloran los familiares, lo extrañan los amigos y lo recuerda todo el mundo como lo que fue: el mejor futbolista de todos los tiempos. Sin embargo, detrás de los botines, la camiseta y el pantalón corto, está la persona. En resumidas cuentas, el Diego auténtico. Parte de toda esa creación de héroe popular se comenzó construyendo en Villa Fiorito, la cuna de barro donde el crack se forjó a base de fútbol, sacrificio de Don Diego y el amor maternal e incondicional de Doña Tota.

Es el primer día de calor extremo en esta agobiante primavera. Y sí, una primavera sin Diego Maradona, no es primavera. El calor y el sol pleno nos traen rápidamente a nuestros ojos el recuerdo de Dalma poniéndole girasoles a Diego en sus medias del Napoli. Todo un retrato de la primavera, el calor y los días felices.

Sin embargo, el calor no le impidió a Doble Amarilla acercarse a Villa Fiorito y recorrer en carne propia los caminos que alguna vez transitó Pelusa en épocas de una traviesa pero feliz infancia. “Acá hay asfalto gracias a Diego, sino olvídate”, cuenta uno de los que se acercó a charlar con este medio.

¿Quién dijo esta frase tan simple como poderosa? Goyo Carrizo, amigo de Diego en su infancia y un compinche en Cebollitas y Argentinos Juniors. Predispuesto, con humildad y sin ningún tipo de prejuicio, nos abrió las puertas y nos invitó a recordar de la mejor manera posible la huella imborrable de Diego Armando Maradona.

Goyco Carrizo, en diálogo exclusivo con Doble Amarilla

"Lo conocí a los 6 años en un recreo y hasta los 9 mucho no nos juntábamos. Pero ahí mi viejo empezó a hacer partidos de chicos y le dije que había un pibito que jugaba bien, y ahí fue cuando vino a jugar para tres banderas. Una tarde, así como hoy, era todo el día pelota, nos mojábamos y seguimos pateando en el campito, donde los arcos eran de palos de luz, hechos por mi viejo. No me olvido más, porque ahí empezaron todas nuestras ilusiones", cuenta sobre el comienzo de su relación con el ex Boca y Napoli.

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- DOBLE AMARILLA: ¿Le veía pasta para ser lo que fue a esa edad ya?

- GOYO CARRIZO: En realidad nunca lo había visto jugar en el campito, siempre en el recreo porque hacíamos una pelota con bolsitas. Pateábamos con eso y mucho no lo conocía, pero cuando yo lo traje, era un zurdito bueno. Se notaba la diferencia cuando jugábamos contra otros chicos; y de ahí en más, cada vez que formaban equipos, nos venían a buscar para los dos, pero mi viejo no quería saber nada. Robábamos acá en la villa, él hacía cosas que ningún chico hace, ni siquiera hoy. Un día vinieron de Argentinos a buscar jugadores y me llevaron a mí, pero el técnico me preguntó si había otros jugadores acá en Fiorito como yo y le dije “acá tenemos uno mejor”. Me respondió que la categoría 60 estaba formada y que yo era el 10, por ende cuando terminamos de entrenar le dije a mi viejo “si pelusita no viene, yo no quiero venir más” porque éramos siempre compañeros en el barrio.

- DA: ¿Cómo era Diego de chiquito?

- GC: Yo siempre lo vi igual, nunca cambió porque acá desde chico ya era eso de no dejar que se metan con los amigos. Mirá, un día en un asalto hay un chico de 12 años que me quiso pegar y saltó él a decirme “no, dejá que lo peleo yo” y le dijo que primero tenía que tocarlo a él. Quizás hay gente que lo trata de soberbio cuando salta (siempre lo nombra en presente) con los amigos pero siempre fue así, y además siempre con mucha humildad. Nosotros nos hemos sentado en el barro a comer una empanada en mi casa y él no tenía problemas, nunca se fijaba como iba vestido uno, por eso digo que para mí siempre fue más grande como persona que como jugador.

A su vez, Goyo, consciente de que el barrio muchas veces carece de lógica, reconoció que Diego llegó a pasarla mal cuando se convirtió en estrella. "Un día no volvió porque trajo unos juguetes para el día del niño y no le alcanzaron, y hubo gente con maldad que le empezó a tirar piedras al auto y ahí hubo un tiempo donde no vino más", relata.

El retrato en Fiorito que recuerda a Diego Maradona

- DA: ¿Decís que hay envidia en el barrio para Diego?

- GC: Es buena la pregunta. Diego cuando se fue acá había 200 habitantes y hoy hay más de 10 mil y esos conocidos le tienen un poco de envidia. Yo no sé lo que es la envidia y hay gente que les incomoda cuando gente como vos vienen a hablar conmigo de Diego, sólo por conocerlo y criarnos juntos. Acá se siente un poco de eso, hay gente que vive pensando en los demás y no se preocupan por sí mismos.

Carrizo reconoce que el barrio tuvo una cierta injusticia para con Diego. En especial, porque poder formarse fue todo un desafío. "Ellos no saben que cuando don Diego no tenía plata, íbamos a juntar hueso -en ese entonces era como el metal- y con eso íbamos a entrenar. Tampoco saben que cuando no podíamos comer en el comedor del colegio, íbamos a entrenar sin comer", cuenta con lágrimas.

- DA: Te duele y te estás emocionando...

- GC: Obvio que me duele, por todo lo que hemos pasado y por todo ese gran sentimiento que tiene él. Él a veces se llevaba su única naranja, pero veía a un pibe descalzo y se la regalaba. Se ponía a hacer jugadas, se la tiraba al pecho y se la dejaba.

- DA: ¿Pasaba mucho eso de tener que compartir lo que había entre las familias?

- GC: Nosotros pasamos muchas fiestas juntos y cuando entramos en novena división, siempre iba a dormir a la casa de él, compartíamos muchas cosas. A él le gustaba mucho el puchero de mi mamá y las empanadas que hacía, así tipo santiagueñas y fritas, bien grandes. Cuando las sillas no alcanzaban para todos, nos sentábamos en el piso y comíamos juntos ahí. Me emociona siempre mucho la humildad que tenía y siempre tuvo, nunca fue soberbio como han querido hacer creer.

- DA: ¿Qué significa para usted que la gente de Fiorito haya tenido voz a través de él?

- GC: Mirá, el vino un día y dijo “que lástima que Lomas de Zamora tenga calles sin asfaltar y llenas de barro”, y en tres días estaba el ministro de Obras Públicas caminando por acá. Y es más, en una semana estaban haciendo las calles. Por eso digo que fue una voz bien nuestra, de la gente humilde, de la que no puede decir cosas por miedo al poder.

- DA: ¿Cómo lo vio la última vez que se encontraron y cómo cree que terminan siendo sus últimos años?

- GC: Fue hace mucho, en el 97, cuando Mauro Viale le hizo un homenaje a él en su cumpleaños. Ahí lo vi bien, me inivitó a su casa y todo. Con lo que tiene que ver con la previa al final de su vida lo vi mal, porque ya no tenía ese hablar y esa actitud que siempre mostró cuando salía a la cancha, lo noté con la mirada abajo. Tenía contacto con gente de Gimnasia y discutí con ellos, porque les dije que lo veía mal y que si lo querían ayudar, no era así. No hacían bien dándole un plantel con 30 profesionales estando mal de la cabeza por lo anímico, no estaba para planificar proyectos. Tenia mucha presión para ese momento que vivía y todo eso que dije va trabajando en la cabeza, sumado a los problemas de adicción y después la bebida alcohólica.

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Cuando se tocó tema adicciones, Goyo puso un freno y fue lo más cauto posible. Es respetuoso de la historia y el contexto, pero también guarda enojo para lo que fue el entorno de Diego Maradona, en parte responsable de los excesos.

Ante la consulta de Doble Amarilla sobre cuándo habló con Diego de adicciones, respondió: "En el 93. Fui a la estancia de Alegre en ese momento, donde se estaba recuperando. Ahí, hablamos como cinco horas. Hablábamos como si fuese que él seguía viviendo en Fiorito. Yo le dije “Pelu, sos un boludo, ¿por qué entraste en eso? Y él me miro fijo y me dijo: “me equivoqué”. Ahí me contó cómo pasó la primera vez. Le dije: “yo me estoy muriendo de hambre y no llego a eso; y mira que tengo tranzas enfrente de mi casa todos los días, no seas boludo”. Y él me decía que no podía salir, pero como arrepentido".

- DA: ¿O sea que usted lo vio arrepentido?

- GC: Re contra, porque además me decía que no encontraba la manera de salir y que no sabia cómo, pedía ayuda a su manera. Nos abrazabámos y llorábamos (se larga a llorar mientras lo cuenta), me dijo que yo le daba fuerzas para seguir porque él quería llegar bien al 94 y dejar un poco lo que le estaba pasando. Me decía que yo le había dado mucha fuerza, pero lamentablemente el famoso entorno fue muy malo.

- DA: ¿Era muy difícil para usted acercarse a Diego en el último tiempo?

- GC: Sí, demasiado difícil. Tenía que ir a donde vivía él esperando que alguien salga, y si salía, me decía que no estaba, que recién llegó o que vaya mañana. Al principio no sabía cómo era el tema del entorno, pero después me fui dando cuenta de que lo que me decían era mentira. El día que Diego se enfermó hubo gente que vino y me dijo “tenemos que ir a apurarlos, porque sino Diego se nos muere”. Ahí lo fui a ver a Gabriel Buono y lo apuré, me salió un poco el villero y le dije directamente “¿qué pasa acá Gabriel?, porque ustedes lo están matando a Diego”. Y ahí me respondió: “si yo no le compro Goyo, Diego me echa”. Diego en los últimos años, lamentablemente, era un títere para todo.

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Por último, luego de la extensa charla con Doble Amarilla, respondió sobre cómo se hubiese imaginado la vida de Diego si no caía en las adicciones. Esto respondió: "No sé qué podía pasar, pero posiblemente iba a estar ligado al fútbol y hasta hubiese podido ser presidente de AFA. También apuesto a que hubiese tenido muchos proyectos para el fútbol infantil y juvenil. La vivimos juntos, la soñamos juntos y siempre teníamos el mismo sueño".