(De la Redacción de DOBLE AMARILLA) El sábado 10 de noviembre de 2018, diluvió sobre Buenos Aires. La intensa lluvia no dejó que se llevará adelante la ida de la final de la Copa Libertadores de América 2018. Se tuvo que postergar para el otro día. Una anécdota al lado de lo que vendría después. 

El domingo 11 de noviembre de 2018, hoy hace un año, Boca y River jugaban la primera final de la Copa Libertadores 2018. Una final que nunca jamás olvidarán, ni los que ganaron, ni los que perdieron. Claro, aquel día, en La Bombonera, nadie imaginó que la Copa se definiría, 28 días después, y a 10 mil kilómetros de distancia.

Cuando Boca y River saltaron  a la cancha, no existían los piedrazos, ni el festejo modo Oso, ni la mudanza al Santiago Bernabéu, ni el "gol sacando del medio", ni la corrida eterna del Pity, ni la lengua afuera de Benedetto, ni el derechazo para la eternidad de Juan Fernando Quintero en la cancha del Real Madrid.

Existía un River que salía jugar con línea de 5 a La Bombonera y no mucho más. Un partido que se jugó desde el instante mismo en que el VAR señaló el penal de Bressan y el Pity puso a River en la final. Al otro día clasificó Boca, pero el 2-0 de la ida conseguido por el Xeneize, hacían pensar que el elenco de Guillermo Barros Schelotto no iba a faltar a la cita: y así fue. 

Boca pegó primero, pese a que River, todo el primer tiempo, fue superior y convirtió en figura a Agustín Rossi (hoy arquero de Lanús, uno de los líderes de la Superliga). Una jugada armada por Lucas Olaza (ya no está en el club) le quedó a Abila, que le rompió el pecho a Armani y, luego, estampó el 1-0. En medio del bullicio local, el festejo y al algarabía, Gonzalo Martínez vio como se abría la defensa de Boca y lo encontró a Pratto. El Oso puso el 1-1 ante la salida desesperada de Andrada y un Izquierdoz que jamás llegó al cruce. Con el empate, River siguió desperdiciando goles y Boca, intentando meter una mano.

Lo consiguió. Tras una falta de Nacho Fernández, el centro encontró la cabeza limpia del killer Darío Benedetto, que había vuelto a jugar en la ida de semis contra Palmeiras y había anotado los 4 goles de Boca en la serie. Ahora, se anotaba en la final (lo haría en ambas) Con el 2-1, sobre el final del primer tiempo, el elenco de Guillermo parecía encontrar paz. 

En la segunda mitad, un gran centro de Pity, encontró el cabezazo involuntario de Izquierdoz para dejar sin asunto a Andrada y poner el 2-2. El clásico tenía más emociones: Boca lo pudo ganar. Tevez le escapó a la guadaña de Maidana y dejó al Pipa cara a cara con Armani, pero el "1" de River se agigantó y evitó la derrota segura. Con el empate, River se fue con mejores sensaciones para la revancha, a jugarse el 24/11 en el Estadio Monumental. 

Mientras empezaban los análisis del resultado, el juego y demás, Marcelo Gallardo, en Núñez, ya bajó una tenúe llovizna se asomó a la concentración y se plegó a los cánticos de la gente de River que estaba mirando el partido en la confitería del club: "En la cancha de River, vamos a ganar, y la vuelta, y la vuelta vamó a dar", sonó con fuerza.

No fue el 24/11, ni un día después, ni fue en el Monumental. Pero aquel vaticinio en el playón de River se cumplió. River conquistaría la Copa Libertadores el 9 de diciembre, en Madrid. Y generaría una herida en medio de la tremenda historia que existe entre ambos colosos. Y todo se empezó a escribir hace un año, el 11 de noviembre de 2018.