(@Libertadores / Ezequiel Scher) Siempre, pero siempre, a las 7.30, el búho apoyaba sus patas en Los Geranios, al sur de Manta, en la puerta de Ecuador que mira al Pacífico. Fue por junio de 2017, mientras el corazón explotaba en Delfín porque había un invicto de 20 partidos y ganar la primera vuelta del torneo ecuatoriano ya estaba en la yema de los dedos. “No hay que tocarlo. Es nuestra mascota”, dijo el capitán y el ave se volvió un dios. Aquel 2 de julio quedará en la historia para siempre: fundado en 1989, luego de 14 años deambulando por el ascenso -debutó en Primera en 1990- aplastó a Liga de Quito por 4-1, ganó la ronda y se clasificó a la Libertadores 2018. Gloria al búho.

Pero tampoco tanta. Porque las fábulas no explican del todo. El otro protagonista es Fabián Bustos. Argentino, 49 años, exfutbolista, entrenador: el pedigree de una generación nómada de especialistas en la pelota que ganó terreno en el resto del continente. Había jugado entre 2000 y 2003 en la liga ecuatoriana, en 2009 desembarcó como director técnico en Manta y ya se quedó en el país hasta el lugar más exitoso de su carrera: Delfín. 

Ganó en 2015 la Serie B como entrenador, se fue un breve tiempo, asumió como director deportivo, eligió al plantel y al Topo Sangüinetti, uruguayo, como director técnico. Impresionante: ese 2017, fueron campeones. “El sueño era clasificar a la Copa Libertadores y el objetivo, llegar al cuarto lugar. Cuando empezó la temporada me reuní con Guillermo y le dije que, si terminaba en el cuarto lugar, se sienta satisfecho, porque era como salir campeón. Si era quinto o sexto, que lo considerara como algo bueno. Si terminaba en la séptima colocación, que esté tranquilo, porque habríamos cumplido con la hinchada.¿Quién se iba a imaginar que nosotros, con USD 2,5 millones, íbamos a estar mejor ubicados que Barcelona, que maneja cinco veces más dinero que nosotros?”, explicó Bustos, sin falsa ficción, sobre aquel desenlace.

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"Tenemos una filosofía que viene desde el presidente. Todos los sueldos se pagan al día, en general. Los contratos se cumplen. No se da ni más ni menos que lo que está firmado. Y buscamos jugadores que sean profesionales, no sólo buenos jugadores", destaca Bustos. 

Para finales de 2017, Bustos volvió a asumir el cargo de entrenador. El equipo, otra temporada más, mantuvo los niveles de competitividad: pese a que no pudo pasar la fase de grupos de la Copa -quedó cuarto, con 7 unidades, a una de Colo Colo, el segundo- y a que no bicampeonó -quedó cuarto en la tabla general, 69 puntos, 19 victorias-, lo más difícil en el deporte es sostenerse en lo alto y lo consiguió. Quién, realmente, puede borrar de la pupila de los fanáticos del Ídolo del Puerto las victorias coperas, de visitante, en Santiago de Chile (2-0, contra Colo Colo) y, de local, 1-0, contra Atlético Nacional.

Otra vez se clasificó a la CONMEBOL Libertadores, para la Fase 1, donde tendrá que verse las caras con Nacional de Paraguay (la ida será el próximo martes 22 de enero en Manta). Con un estilo táctico plástico de futbolistas descomponiéndose para atacar y componiéndose para defender: generalmente, línea de cuatro defensores, un pivote defensivo, dos interiores, un enganche y dos delanteros. A veces, con dos volantes por afuera y dos adentro. Una sólida estructura defensiva y jugadores que se entienden. Eso es lo que suele palpitarse en el estadio Jocay, con capacidad para 18mil espectadores.

Uno de sus delanteros es Carlos Garcés, ex Atalante de México, 28 años, goleador del equipo el año último, con 20 gritos en 41 partidos. Una flecha dentro del área, con aceleración rápida, hábil para recibir y generar la definición rápida. Perdió a su otra gran figura: Andrés Chicaiza, mediapunta que fue comprado por Liga de Quito. 

Delfín es la alegría de la ciudad. Fue el consuelo. El 16 de abril de 2016, Manta sufrió un terremoto de 7,8 grados que provocó 670 muertos y montones de heridos. Una tribuna del estadio Jocay hubo que derrumbarla producto de los daños. Los jugadores estaban concentrados y escuchaban el crujir de las vigas de los edificios.  Hasta colapsó la torre de control del aeropuerto. La tragedia abrió una herida. El club estuvo ahí para cumplir con el objetivo central con el que se fundaron clubes en el mundo: ser espacios de organización social. Por encima de una pelota. El Jocay fue un depósito gigante de donaciones. Un lugar para abrazos de tristeza y de horizonte. El símbolo emocional de una ciudad que, desde ese triste 2016, encontró en Delfín un orgullo al que mira todo el continente.

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