(De la Redacción de DOBLE AMARILLA) Costaba que le presten atención, y que la jueguen con sus principales jugadores. Costaba que la gente la entendiera. Costaba hasta que los dirigentes la tomen en serio. Pero todo lo bueno llegó. Y con ello, lo malo. 

La Copa Argentina tiene en su génesis polémica o cosas que no cerraron desde el principio. Julio Grondona, oportunamente y con visión de negocios, entregó la Copa Argentina sin que realizara pago alguno a Santa Mónica, quien luego se la vendió a Torneos, empresa que lleva adelante la organización del certamen en esta época. 

El paso de una empresa a la otra en la faz organizativa pudo haber pasado desapercibido para el público, pero lo que no pasó desapercibido fue que con el cambio, se modificó la forma de televisación. En épocas de Luis Segura como presidente de AFA y de Matías Lammens a cargo de la Tesorería, la televisación de la Copa Argentina pasó de estar dentro del programa “Fútbol para Todos” a pertenecer a TyC Sports. De ver los partidos en la pantalla abierta, pasó a verse exclusivamente por cable. Ni siquiera tras que cuatro presidentes de los cinco grandes en un programa de TN se manifestaran a favor del “Fútbol para Todos” pudieron mantener la televisación de este torneo en las señales abiertas. El único que no se la jugó por completo en ese momento, fue Daniel Angelici, el más macrista de los presidentes. Nadie, en su momento, elevó la voz contra la dirigencia. Por esos días, la directiva se escudó en la necesidad de dinero fresco (se escuchó decir “estamos ahogados”), lo que derivó en una mala negociación de un torneo que tiene un calor muy importante en dinero mucho tiempo antes que se dé la llegada de Fox y Turner a la mesa de negociaciones por los derechos audiovisuales de la liga argentina. Además, en ese mismo momento se renegoció un paquete comercial con Torneos, en el que se incluyó el millonario negocio del e-commerce que hasta ese momento era exclusivo de la AFA aunque no lo utilizaba. Al ceder el e-commerce a Torneos en esos términos, la dirigencia del fútbol argentino posiblemente haya cometido un error por el que se escucharán arrepentimientos durante mucho tiempo. 

Tal es lo que mueve la Copa Argentina, que las provincias pagan cada vez más para recibir en sus territorios a los equipos más convocantes. Formosa, San Juan, Salta, Mar del Plata y Córdoba se pelean semana a semana para tener a los grandes. Por caso, un alto cargo en una de esas ciudad, comenta en charlas amenas que "para tener 10 partidos en nuestra ciudad, tenemos que pagar $ 20 millones, y hacernos cargo de todo los gastos de traslado, alojamiento y el operativo policial". Cabe destacar, que las recaudaciones quedan netamente para el estado local que recibió al partido en cuestión, ante lo que en todas las provincias apuntan: "excepto cuando juegan River y Boca, vamos a pérdida todos los partidos". Así, contar con algunos partidos de los poderosos en sus ciudades, no sólo significa brindarle un espectáculo inusual a sus habitantes, un movimiento de dinero mayúsculo en hotelería y comercios a la zona y dividendos de promoción de lugares turísticos que son inalcanzables con otras políticas de difusión, sino también es la chance de recuperar algo del dinero que deben depositar en las cuentas de Torneos antes del inicio de la competencia. Por eso, los gobernadores que reciben el guiño para contar con más partidos de River o Boca, o la Final de la Copa, no tiemblan a la hora de desembolsar dinero a la organización, pero están quienes ya piensan seriamente en dejar de ser sede a partir de 2018 debido a que en la sumatoria final, van a pérdida. Ergo, de continuar así, la Copa Argentina se convertirá cada vez más en un torneo unitario y no federal.  

Conocedores de su importancia, los grandes salen a jugar en la cancha, en los escritorios y en los celulares. Los poderosos parecen tener más rienda para decidir cuándo (Racing contra Mitre, San Lorenzo contra Cipoletti, River ante Instituto, marcaron la agenda a su antojo) y dónde jugar (Boca se negó a ir a Salta y San Lorenzo y Racing exigieron jugar en Capital o GBA). Eso disparó disconformismo en los medianos y chicos, obligados a viajar mucho y a jugar en las peores semanas o en las circunstancias más desfavorables. 

¿Por qué los grandes, que antes la miraban de reojo, ahora le prestan especial atención a la Copa Argentina? Porque el último regalo de Grondona a Alejandro Burzaco así lo quiso. Don Julio, antes de su fallecimiento, le dio al ganador de la Copa Argentina un cupo en la fase de grupos de la Copa Libertadores. El CEO de Torneos necesitaba que los grandes “la jueguen a full, hasta el final y que dejen todo, porque así aumentaba el valor no solo de la Copa en su conjunto, sino de cada fase de manera individual”, afirman. Y el viejo caudillo de Sarandí le concedió al hoy detenido por el FIFA Gate ese deseo. Entre hombres con inocultables condiciones para los negocios, entendían el juego mejor que nadie. Porque en definitiva, la Copa Argentina es eso: un terreno donde todos juegan pero cada vez menos ganan. Y esos menos, además de ganar cada vez más, son casi siempre los mismos.